Queridos
hermanos:
Los
zapatos del Papa, están en la Plaza de la Republica de París, junto a otros
miles. Comienza la Cumbre del Clima. Estado de excepción, imposible
manifestarse, 280 detenidos, más de 150 presidentes de gobierno aislados.
Mientras hablan, cientos de bombas recalientan Siria. Todo es una metáfora:
“debajo de los adoquines está la arena de la playa”, era mayo y se soñaba.
París sitio de horror, apariencias, quizás de compromisos y esperanzas, una
oportunidad en todos los sentidos, única.
En
tiempos de Noé dice la Biblia que llovía, pero la mayoría de los hombres,
pensaba que estaba loco o era un ingenuo aquel que construía el Arca. No será
para tanto eso del cambio climático, siempre que ha llovido ha escampado. El
Arca flotó y el agua anegó la tierra. Al final del diluvio, se soltó una paloma
que volvió con una rama de olivo en el pico, símbolo de la paz y de que la
esperanza era posible otra vez en la tierra.
(Autor: Julio César Rioja, cmf )
Hoy
como ayer la Madre tierra se resiente. Ese resentimiento en palabras del Papa
en “Laudato Si”, está unido a la pobreza. La explotación del petróleo, el agua,
las riquezas naturales, llevan en demasiadas ocasiones a la inmigración y a la
guerra. Ya no es sólo que nuestros nietos no podrán respirar, el calor será
insoportable, desaparecerán especies, subirá el nivel del mar…Es que caminamos
al suicidio y no tenemos un planeta de repuesto, ni alimentos para todos, por
mucho que se potencien los transgénicos.
¡Cosas
de los ecologistas! ¡Alarmas infundadas!, historias del “buenísmo” que quieren
la paz a toda costa y no defender nuestra seguridad y libertad. Mientras tanto
seguimos contaminando, vendiendo armas a los que pueden garantizarnos el
petróleo, poniendo vallas a aquellos que huyen de las hambrunas de sus tierras,
expoliando las reservas de la amazonia, saturando las aguas de porquerías… Y
todo por nuestra comodidad, seguridad y estado de bienestar, palabras “Verdi-
negras”, que diría el burrito “Platero”, que no se entera de nada de lo que
verdad importa, que no es otra cosa, que mantener “nuestras conquistas”.
Y
me desplazo sólo en coche, me fastidia que restrinjan la circulación en la
capital, que me inviten a reciclar, que me digan que tengo que cerrar el grifo,
que nada de bolsas de plástico. Paparruchas nos parecen y sigo con la
calefacción a tope y el aire acondicionado, lo de la pobreza energética, debe
ser un invento de Cáritas. De qué sirve la austeridad, si no es para imponerla
en los recortes, lo nuestro si podemos es gastar, consumir, no negarse ningún
avance, aunque la explotación del cóltan de nuestros móviles, ocasione muertes
de niños o se les explote en las tiendas clandestinas para elaborar la ropa de
Inditex.
·
Es tiempo de convertirnos
ecológicamente, de tocar la tierra como la tocaron nuestros abuelos en el surco
y saber que de ella viene la vida. Es tiempo de amar en palabras de San
Francisco de Asís, a la hermana naturaleza. De apostar por las renovables a
pesar de Iberdrola, de comprar en el Comercio Justo, de limpiar los montes, de
sembrar árboles, de cuidar los espacios naturales. De enseñarnos con nuestros
hijos, en casa, en el parque, a respetar las plantas y los animales. Es
el momento de mirar por la ventana los preciosos atardeceres y distinguir los
signos de los tiempos, la ecología es uno de esos signos. ¿Qué tiempo hará
mañana?
·
El evangelio de hoy, nos sitúa en la
historia: “En el año quince…”. En su venida Jesús se ha encarnado en la
historia de los hombres, esta es la temática del Adviento. “Vino la Palabra de
Dios sobre Juan, en el desierto”, esa tierra estéril en la que sólo cuenta el
hombre para caminar o para morir de sed. Nunca podemos declararnos
definitivamente instalados, porque cada día podemos encontrar un camino
torcido, un valle que rellenar o un terreno escabroso que rebajar. El hombre
del Adviento es el que sabe que la perfección siempre está más allá de nuestros
esfuerzos. Por eso Juan predicaba un bautismo de conversión y la segunda
lectura de Filipenses nos dice:”Que vuestra comunidad de amor siga creciendo
más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así
llegareis al día de Cristo, limpios e irreprochables, cargados de frutos de
justicia”.
·
El mensaje de los profetas de ayer, de
hoy y de siempre es una invitación, para todos los creyentes en Jesús, a salir
fuera de los templos y a implicarnos donde se está jugando la vida de las
personas. Este mensaje liberador, y cargado de fuerza sanadora, debemos
escucharlo en nuestras débiles y pequeñas comunidades. Apreciemos los valores y
escuchemos a los nuevos profetas que gritan en el desierto.
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