Queridos
hermanos:
Vamos de boda y
hay demasiada agua y poco vino. Boda…, vino…, todo en San Juan son símbolos,
hasta a los milagros los llama signos. Desde el profeta Oseas, hasta el texto
de la primera lectura de hoy: “Como un joven se casa con su novia, así te
desposa el que te construyo; la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo”, la relación de Dios con su pueblo se presenta
en clave matrimonial. Lo mismos pasa con el vino, que es el signo mesiánico por
excelencia, como nos recuerdan los Salmos: “Y vino que alegra el corazón”
(104,15). Una boda sin vino es como una vida sin alegría.
No necesitamos
mucha imaginación, para conectar la boda de Caná, con Jesús, que viene a
desposarse con su novia, la humanidad, el pueblo de Dios, que busca el Reino,
montones de veces representado por una comida. Banquete, que es eucaristía, en
la que se toma el vino de la sangre derramada y en el que están presentes: la
comunidad, los discípulos y María. La boda es fiesta, cosa que no siempre
tenemos presente los cristianos, que a veces miramos un poco de reojo, lo que
es diversión, placer y alegría. Todos están invitados, pero a la hora de
brindar: “Faltó el vino”.
Es María la que
se da cuenta y se adelanta a buscar una solución: “La madre de Jesús le dijo:
No les queda vino. Jesús le contestó: Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi
hora”. La respuesta de Jesús podemos interpretarla de diversas maneras, no la
llama madre sino “mujer” y continúa con un: “Déjame, todavía no ha llegado mi
hora”, que no es muy alentador. Pero eso no desanima a María que aconseja a los
sirvientes ponerse a disposición de Jesús: “Haced lo que él diga”. Es la
creyente que es capaz de percibir las cosas y las situaciones, más allá de lo
inmediato y sobre todo es la que lleva a Jesús.
El agua debe ser
convertida en vino, no se puede aguar la fiesta. Los sirvientes llenan hasta
arriba de agua seis tinajas de cien litros, los invitados deben ser numerosos y
aquellos novios están a punto de hacer el ridículo. La gente siguió bebiendo y
disfrutando, sin darse cuenta del signo. El mayordomo se percata al probarlo,
de que este vino del final es bueno y se lo comenta al novio, en caso de apuro
igual se le hubiera ocurrido echar agua al vino. Seguimos con el simbolismo, es
preciso ponerse al servicio de Jesús, el cuenta con nosotros para hacer sus
signos, no debemos aguar la vida, ni aguar el Evangelio. El amor de Dios quiere
nuestro bien y el de este matrimonio, pero no olvidemos que necesita de nuestra
acción, de nuestra vida, de nuestra disponibilidad: “Y las llenaron hasta
arriba”.
Intencionadamente
el relato termina con estas palabras: “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó
sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él”. Jesús
da la primera señal del amor de Dios, un amor tierno y delicado como el de los
novios, (que nos recuerda también la primera lectura: “Te llamarán Mi favorita,
Desposada…), que sabe estar en los momentos delicados, que es sensible a cuanto
afecta a nuestra vida y a nuestra felicidad. Este primer signo viene a decirnos
que Jesús establece un nuevo estado de vida: un matrimonio en que el novio y la
novia, Dios y su pueblo, se unen en la felicidad que da el amor.
Hasta el final,
nuestra tarea será intentar seguir cambiando el agua en vino, hacer de la vida
una fiesta, que al fin y al cabo es el gran objetivo del Evangelio. El
cristianismo no es depresión, negativismo, ni pesimismo, hemos sido llamados a
crear una comunidad que sea una auténtica fiesta: una fiesta en la que nadie se
sienta marginado, aislado u olvidado. Se nos convoca a participar de un
banquete de bodas en el que el vino será dado en abundancia. Vivir la
Eucaristía, es poner alegría donde hay tristeza, amor donde hay odio, unidad
donde hay división. Este es el signo de la presencia de Jesús en nuestra vida.
¡Venid a la boda!, que no nos falte la alegría en la vida y el entusiasmo en la
Iglesia.
PD: Hoy la
Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, hospitalidad
y dignidad es el lema, sin comentarios, en este año de las obras de
Misericordia. (Autor: César Rioja, cmf )
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