miércoles, 23 de marzo de 2016

El Triduo Pascual


























JUEVES SANTO
La misa vespertina
La conmemoración central de esta misa es la “Institución de la Eucaristía”, como Sacrificio y como Cena.

Consecuentemente, se admira el amor inmenso de Cristo hacia la Iglesia al dejarle como herencia, antes de su inminente partida, la celebración sacramental de su pasión, muerte y resurrección y el alimento de su cuerpo y de su sangre.

La Eucaristía celebra el amor del Señor y la caridad fraterna entre los bautizados que se alimentan del Cuerpo de Cristo y se integran así más profundamente al cuerpo místico, que es la Iglesia.

Pero estos misterios se celebran hoy en íntima relación con el misterio pascual, así como también se festeja la “Institución del Sacerdocio” que posibilita la Eucaristía y hace sacramentalmente presente a Cristo como sacerdote, como profeta y como pastor, en la persona del obispo y del sacerdote. Este día debe enfocarse
en una perspectiva de ritmo pascual. Es la introducción al solemne triduo pascual



VIERNES DE LA PASIÓN DEL SEÑOR 
Después del mediodía, cerca de las 3 de la tarde, si es que alguna razón pastoral no aconseja que se elija un horario más tardío, se realiza la celebración de la pasión del Señor. Esta conmemoración consta de tres partes: liturgia de la palabra, adoración de la cruz y sagrada comunión.
La liturgia del viernes santo nos ofrece fundamentalmente un oficio eucológico en estado muy puro: un oficio de lecturas con comunión.
La antigüedad de esta celebración se manifiesta, entre otros factores, por su gran sobriedad.
El estrato más antiguo de esta liturgia es el oficio de lecturas y la comunión que celebran sacramentalmente (la palabra tiene valor sacramental) el misterio de la muerte del Señor sobre el trasfondo de la resurrección. Más tarde se le añadió el estrato representativo de la veneración de la Cruz.



SÁBADO SANTO
Durante el sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y su muerte. Se abstiene de celebrar el sacrificio de la misa y mantiene desnuda la mesa del altar hasta que, después de la solemne vigilia o nocturna expectativa de la resurrección, dé lugar a la alegría pascual que se extenderá a lo largo de cincuenta días.

Es un día de oración y de meditación; un día apropiado para que los sacerdotes, en horas determinadas previamente y puestas en conocimiento de la comunidad, oigan confesiones. No todos pueden asistir a la celebración comunitaria de la penitencia, que se suele realizar en los primeros días de semana santa, y otros requieren consultas, orientaciones de conciencia, que necesitan un tiempo mayor al que se les puede otorgar en una celebración comunitaria.

La Iglesia hace del sábado un día “alitúrgico”, es decir, un día sin celebración: con eso quiere hacernos sentir el vacío que se sigue de la ausencia de Cristo.

Es aconsejable el ayuno y la abstinencia. No sólo por razones de ascesis cristiana, sino también por una razón mistérica: la privación del alimento nos facilita la vivencia del sentido redentor de la muerte de Cristo y nuestra identificación con el Señor sufriente y luego privado de su vida corporal.

El numeral 110 de la constitución de la liturgia dice”…Téngase como sagrado el ayuno pascual que ha de celebrarse en todas partes el viernes de la pasión y muerte del Señor, y aún extenderse, según las circunstancias, al sábado santo; para que de este modo se llegue al gozo del domingo de resurrección con ánimo  elevado y entusiasta.

El sábado santo debe ser un día de especial austeridad: se trata de prepararnos en estas últimas horas a recibir,  a lo largo de la noche pascual, las gracias de la purificación, de la renovación, del nacimiento a una vida nueva, que serán consecuencia de una cuaresma y un triduo pascual vividos en profundidad.

Este día es feriado y muchos trabajadores suelen usarlo, como toda semana santa, para el descanso y aun las breves vacaciones. Los cristianos pueden y deben conciliar, sobre todo el viernes y sábado santos, el descanso con la oración y la asistencia a las celebraciones litúrgicas. Más aún, el tiempo libre de que disponen facilita la concentración de la atención en los grandes misterios que celebramos estos días, evitando, por lo tanto, todo lo que es incompatible con el clima de austeridad, calma, paz interior y silencio.


En la parroquia culminará, con gran esmero, la preparación de la liturgia de la vigilia, así como también la ornamentación del templo. Hay que asegurar un gran esplendor a la celebración de la pascua, que es el gran “día”. También los signos externos, como la limpieza de la iglesia, la ornamentación floral, las luces, la música y el canto, ayudan a expresar el clima de fiesta. Debe distinguirse claramente la austeridad del viernes y del sábado con el esplendor de la vigilia y del domingo de pascua.

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