La Iglesia celebra este cuarto domingo de Pascua, el día del
Buen Pastor, tradicionalmente llamamos pastores a la jerarquía, sin darnos
cuenta, que el trabajo pastoral de la Iglesia, corresponde a todos los
bautizados. Y lo que es más importante, el único pastor y Señor de la comunidad
cristiana, es Jesucristo. Por eso, la única manera de ejercer la pastoral, es
haciéndolo como él la ejerció: como un servicio a la comunidad, ésto queda
resaltado en el Evangelio, la lectura de los Hechos y la primera Carta de San
Pedro, que proclamamos en este día.
Está claro, que la Iglesia necesita como cualquier
organización o grupo humano, un mínimo de organización. Pero en ella, no es la
comunidad la que debe estar al servicio de la organización, ni al servicio de
la autoridad. Es la autoridad, la que está al servicio de la comunidad, son
numerosas las ocasiones, en las que Jesús indica cómo debe ejercerse la
autoridad entre nosotros y quizás la más
importante, la escuchamos y
visualizamos el día de Jueves Santo. No se dan argumentos, sino ejemplo (lavar
los pies), nos lo dice muy bien hoy la segunda lectura: “Dejándoos un ejemplo
para que sigáis sus huellas”.
Veamos, cómo entiende el Maestro, los criterios que deben
guiar el ejercicio de Pastor: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en
el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y
bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”. Evidente,
como nos dice más adelante: “El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer
estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Hay dos
formas de ejercer el ministerio y ejercicio pastoral, en beneficio propio o en
el de la comunidad, por eso nos recuerda: “Yo soy la puerta: quien entre por mí
se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Podrá entrar y salir, pensar, amar, hacer, construir,
celebrar… la libertad cristiana, que probablemente no nos ofrece ninguna otra
institución. Entrar por la puerta, aunque en otra ocasión nos dirá que es
estrecha, es lo que nos da la oportunidad, de desarrollar todas nuestras
capacidades, salir de nosotros mismos, superar nuestras inmadureces y poner
nuestra vida al servicio de la comunidad. Se trata de entrar en la esfera de
Jesús, pero no como ovejas modorras, sino para crecer más y dar como él, más a
los demás.
Seguimos con los criterios: “A éste le abre el guarda y las
ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las
saca fuera”. El pastor sabe el nombre de cada una, dejamos de ser rebaño, están
juntas pero no gregarias, cada una tiene su personalidad. Cuanto tenemos que
aprender los pastores, para llegar a aquello que se nos decía; de “oler a
oveja”. Si la comunidad es pobre, los pastores deben de estar al lado de los
pobres, si es mayor, visitarlos en sus casas y en los hospitales, si es
acomodada, suscitar el espíritu crítico desde los valores evangélicos… Escuchar
su voz y llamarlos por su nombre, conocerlos en el sentido profundo de la
palabra.
Hay un último criterio en el texto: “Cuando ha sacado todas
las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños”. Ir por delante, dar la cara, abrir brecha. El Papa
actual, nos habla de que en determinados momentos deberemos ir también detrás,
animando a los rezagados y en medio, confundiéndonos con el pueblo de Dios.
Siempre acompañando, ésto implica también en el acompañado, no tener
dependencias o comodidades (mejor que piensen por mi y no cuestionar nada),
sabiendo que todos somos acompañantes y acompañados.
Todos tenemos alguna responsabilidad en la guía de los
demás, por el hecho de ser bautizados somos: sacerdotes, profetas y reyes. En
la eucaristía formamos una misma comunidad, en la que algunos ejercen ciertos
ministerios, que no son sino de servicio, pero sabiendo como nos dice la carta
de San Pedro, que el Pastor es Jesucristo: “Sus heridas os han curado. Andabais
descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de
vuestras vidas”
(Autor: Julio César Rioja, cmf)
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