Jesús resucita, sube al Padre y nos envía el Espíritu
(Pascua-Ascensión-Pentecostés). Como nos dice la lectura de los Hechos, se les
presentó, dando numerosas pruebas de que estaba vivo, durante cuarenta días y
después ascendió al cielo. Tuvieron que superar el trauma de la muerte, la
ausencia física y de sus ideales truncados. Hoy, se va definitivamente hasta el
final de los tiempos y les propone, en los diversos textos de este domingo,
como hacerle presente, lo podríamos resumir en: sentarse en comunidad a
celebrar la Eucaristía, practicar el amor y anunciar el Evangelio.
No es fácil entenderlo, se marcha pero se queda, es ausencia
y presencia, es ésta una experiencia de fe. Jesús es nombrado Señor y se
convierte en el ideal supremo del hombre y del cristiano, es nuestro punto de
partida, para que a partir de ahí, elaboremos nuestro proyecto de persona y
afrontemos la historia. Está presente en nosotros y en nuestro mundo, aunque
nos cueste en ocasiones descubrir sus huellas. Como prometió, no nos abandona,
es nuestra aspiración más íntima y nuestra lucha, para hacer presente el Reino
a todos los pueblos.
“Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban”.
Creer es postrarse y vacilar, tener conciencia
de nuestras limitaciones,
faltas, pecados, errores. Saber que lo que nos ha encomendado, es tarea que no
podemos hacer solos, fiarse de que: “Yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo”. Por eso, no podemos quedarnos plantados mirando al
cielo, estamos vacilantes pero llenos de fe, necesitamos que Él se marche para
descubrir su nueva presencia, ésto nos trae dudas y certezas, que no es sino la
espiritualidad de la vida cristiana.
La actitud cristiana no es la pereza, evadiéndonos del
momento presente, esperando del cielo, lo que el cielo espera de nosotros.
Buscar el camino del cielo, no puede significar huir de lo que se nos ha dejado
como misión: Recibir la fuerza del Espíritu y ser testigos de Jesús, hasta los
confines de la tierra. No podemos separar la Ascensión de Pentecostés, la
Ascensión nos señala el camino, Pentecostés será la fuerza para emprender ese
camino y no abandonarlo. Nuestro compromiso y testimonio es la evangelización.
Evangelizar, es luchar para que haya menos pobres, menos
odios, menos guerras, menos diferencias sociales, progreso para todos, respeto
de los derechos humanos, posibilidades para los pequeños. Levantar a todos,
desde la verdad (contra la mentira y la hipocresía, que anida en nuestro
mundo), la integridad (la autenticidad), la libertad (superando el miedo) y el
amor. En la Ascensión todo ésto es levantado, en la medida en que nosotros, nos
comprometemos con el Señor y su causa, en la medida, que denunciamos con fuerza
los valores que algunos creen absolutos, como el dinero, el placer, la
comodidad o el poder.
La celebración de la Ascensión, es la fiesta de la esperanza
y meta de la humanidad y del mundo. Jesús no nos ha abandonado, permanece en y
con nosotros. Permanece en la Palabra, en la comunidad reunida, en torno al pan
eucarístico que compartimos. Permanece en el que sufre y en el que se esfuerza,
para que haya más vida en nuestra sociedad. No es día de grandes teologías o
palabras preciosas, sino de hablar sencillamente y saber lo que decimos y hacer
lo que pensamos, es día de intentar que su presencia invisible, se haga vivible
a todos los hombres.
Podríamos terminar rezando, el Salmo Responsorial de hoy:
“Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para
Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado”.
Él que se rebajó haciéndose un hombre cualquiera, ha subido para que nosotros
sepamos el camino.
PD: Hoy es la Jornada mundial de las Comunicaciones
Sociales. Podríamos leer las recomendaciones del Papa a los periodistas y pedir
para que no nos muestren sólo lo que hoy se llama pos-verdad.
( Por Julio César
Rioja, cmf)
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