El lunes siguiente a la Fiesta de Pentecostés la Iglesia hace memoria de María, Madre de la Iglesia porque ella acompañó a los apóstoles en los inicios de la Iglesia y fue gestándolos con su amor maternal; la guía tierna de ésta madre, sus consejos llenos de sabiduría y su profunda vida interior fue inspirando en los primeros seguidores de Jesús, un estilo de vida cristiana.
«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).
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