Los Abismos de Amor y Misericordia del
Sagrado Corazón de Jesús:
Santa Teresa de Lisieux y el Sagrado Corazón
por Maureen O'Riordan
Traducido por:
Teodolinda Garcia
Maureen O´Riordan, una estudiosa de Santa Teresa, vive en
Philadelphia, Pa., Estados Unidos. Por muchos años ha estado dando charlas de
Santa Teresa en retiros, parroquias, en grupos Carmelitas, y ha escrito
artículos sobre Santa Teresa y los Beatos Luis y Celia Martin.
Este artículo aparece en Inglés en la Web de la
Apostolado de l'Oracion. También apareció en la edición 2010
(No. 3) de "Therese of Lisieux," la revista de la oficina de
peregrinación a Lisieux, y en el otoño de 2010 cuestión de la Carmelite Digest.
Un agradecimiento especial a Teodolinda García, de Panamá, que tradujo
este y varios otros artículos en español para "Saint
Therese of Lisieux: A Gateway."
Teresa Martin creció en la Iglesia de la última
parte del siglo 19 en Francia, en el cual el culto hacia el Sagrado
Corazón era omnipresente, modelado más recientemente por la humillación
de Francia durante la guerra Franco-Prusa. El director espiritual de su
familia, el Padre Almire Pichon, se le llamaba un apóstol del Sagrado
Corazón. Su hermana María tomó el nombre religioso “del Sagrado
Corazón” y el monasterio Carmelita al que Teresa entró estaba
dedicado el Sagrado Corazón. En 1887 Teresa participó en un peregrinaje a
Roma cuya intención era demostrar la lealtad de la Iglesia
Francesa al Papa León XIII en su
jubileo sacerdotal. Al
igual que los otros peregrinos, antes de abandonar
París, Teresa fue consagrada al Sagrado Corazón en la cripta de la
Basílica no terminada del Sagrado Corazón en Montmartre. Luego ella
envió su pulsera de oro para que formara parte de la gran custodia en la
basílica. Y, como todos los peregrinos ella llevó la insignia del
Sagrado Corazón.
Pero Teresa no tenía interés alguno en el culto
al Sagrado Corazón, enfocado en las reparaciones por los ultrajes del
pecado. Tampoco tenía conexión con el Sagrado Corazón como un
símbolo nacional. La peregrina Teresa sólo buscaba a Jesús. Ella
apropió el Corazón de Jesús en una manera intensamente personal y
relacional. Para Teresa el Corazón de Jesús es siempre para
ella, y él siempre busca una respuesta del corazón de ella.
A los quince años ella le llamaba a Jesús "Aquel cuyo corazón late al
unísono con el mío.”[1]
A los diecisiete años ella le escribió a su hermana Celina, quien estaba
en Paray-le-Monial por el segundo centenario de la muerte de la Beata
Margarita María:
Rézale mucho al Sagrado Corazón. Tú bien sabes que yo no veo al Sagrado Corazón como todo el mundo.[2] Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él,[3] y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara…[4]
En junio de 1895, el "año del
Sagrado Corazón” para Teresa, ella tuvo una nueva experiencia del corazón de
Dios:
Pensaba en las almas que se ofrecen como víctimas de la justicia de Dios a fin de desviar y atraer sobre sí los castigos reservados a los culpables. Esta ofrenda me parecía grande y generosa, pero yo estaba lejos de sentirme atraída de hacerla. “Dios mío – exclamé en lo íntimo de mi corazón- ¿sólo tu justicia recibirá almas que se inmolan como víctimas? ¿Tu Amor Misericordioso no las necesita también?.... En todas partes lo desconocen y lo rechazan. …. Dios mío, ¿tendrá que permanecer encerrado dentro de Tu corazón tu amor despreciado? Me parece que si encontraras almas que se ofrecieran como víctimas de holocausto a Tu Amor, las consumirías rápidamente; me parece que serías feliz de no reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en ti.[5]
Teresa experimentó a Dios no como de justicia
violenta exigiendo expiación de ella sino como de amor rechazado que despertaba
su compasión e invitándola a ser un canal del inmenso amor de Dios a la
humanidad. En su poema “Al Sagrado Corazón de Jesús,” escrito en
junio u octubre de 1895 para su hermana, María del Sagrado Corazón, Teresa
regresa a muchos de los temas de su “Ofrenda de mí misma como víctima de
Holocausto al Amor Misericordioso de Dios.”[6]
Los editores de su poesía escriben:
“Teresa no se queda en el símbolo entonces tan en
boga, del Corazón herido por la lanza. Ella va directamente a la realidad:
Al amor personal de Jesús, a sus sentimientos profundos, al amor que
llena su Corazón.”[7]
Ella habla del corazón que su propio corazón
desea:
«Yo quiero un corazón ardiente de ternura Que me sirva de apoyo sin jamás vacilar, que todo lo ame en mí, incluso mi pobreza…, que nunca me abandone, ni me olvide jamás ». [8]
Ella encuentra este corazón en la humanidad de Jesús y en la
Eucaristía:
Cómo me has comprendido, único Amigo que amo, Mi corazón robaste, haciéndote mortal Y vertiendo tu sangre, ¡ oh supremo misterio…! Y aún vives desvelado por mí sobre el altar.
Privada de consolación palpable, ella puede descansar sobre
el Sagrado Corazón:
Si no escucho tu voz, que desborda dulzura, Ni veo el resplandor de tu adorable Faz, ¡muy bien puedo, Dios mío, bienvivir de tu gracia Y en tu Corazón Sacro el mío reposar!
El corazón no es un símbolo distante para
ella: es toda su alegría:
Corazón de Jesús, tesoro de ternura, tú sólo eres mi dicha y mi única esperanza Pues supiste hechizar mi tierna juventud, que nuestra unión acabe con mi postrer jornada.
Ella no propicia el Corazón, pero siempre se
localiza dentro de él:
¡Corazón de Jesús, yo me quiero perder En tu dulce bondad, por siempre ilimitada!
El corazón de Jesús no exige expiación; él
simplemente arde de amor. Enfrentada a su debilidad humana y a la
justicia de la ley, Teresa se refugia en ese corazón, que no sólo
la protege pero que es en el mismo su virtud (recuerdo de la ofrenda de ella
misma: “Te pido, Dios mío, que Tú mismo seas mi santidad”[9]):
Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos carecen de valor a tus divinos ojos. Para hacer meritorios mis pobres sacrificios, sobre tu Corazón divino los arrojo.
Ni a tus ángeles puros encontraste sin mancha. Destellando relámpagos nos diste tu ley de oro… Tu Corazón sagrado, Jesús, es mi escondite, ¡no tiemblo ya, tú eres mi virtud y mi Todo…!
La confianza de Teresa alcanza su altura en su osada oración
escogiendo al Corazón de Dios como su purgatorio y pidiendo ir directo al Cielo
de ese Corazón:
Para poder un día contemplarte en tu gloria, lo sé, debo aceptar el fuego del dolor;por eso he escogido para mi purgatorio tu amor consumidor, ¡ Corazón de mi Dios! Mi desterrada alma, al dejar esta vida, quisiera hace un acto del más sincero amor; y enseguida, volando a tu Patria del cielo, tomar como morada tu Sacro Corazón.
En otra poesía que escribió en octubre de 1895, ella
audazmente ora amar a Jesús con Su propio corazón:
Recuerda compasivo que en la tierra deseo reparar el olvido da tantos pecadores. Amor único mío, escucha mi plegaria, para amarte, Jesús, ¡ dame mil corazones! Pero no basta aún, ¡oh belleza suprema!, préstame para amarte tu Corazón.[10]
Varios meses después ella nuevamente se apropia el Corazón de su
Esposo “ para amar con más ternura.” Ella le escribe a su hermana de la
Visitación, Leonia:
Querida hermana, Yo te amo mil veces con más ternura de lo que se aman las hermanas ordinarias, ya que yo te puedo amar con el Corazón de nuestro Esposo celestial.[11]
Lejos de exigir reparación, el
Corazón de Jesús (“más que maternal”) nos repara. En 1896 Teresa
escribe que este corazón “restaura la inocencia:”
Tú supiste crear el corazón de madre, ¡ entre todos los padres yo encuentro en ti al más tierno!, y me es tu corazón aún más que maternal,***Tu corazón que cuida y salva la inocencia, ¡no podría frustrar mi filial confianza![12]
Teresa escribe a menudo de
“descansar” o “dormir” en el Corazón de Jesús
Si alguna vez Jesús duerme, cerca de él reposarás. Su corazón siempre en vela de apoyo te servirá.[13]
Pues el niñito…y sigue durmiendo sobre el corazón del Gran General... [14]
Junto a ese corazón se aprende a ser valientes, y sobre todo a confiar.[15]
Tres meses antes de su
muerte, cuando le escribe a Maurice Bellière, el seminarista que era su
hermano espiritual, Teresa da su testimonio más poderoso de su
experiencia del Corazón de Jesús:
Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación. Querido hermanito, desde que se me ha concedido a mí también comprender el amor del corazón de Jesús, le confieso que él ha desterrado todo temor de mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia y de amor.[16]
El 17 de julio de 1897 ella termina su
última carta a Leonia, prometiendo ser la mensajera de su hermana al
Sagrado Corazón:
Quieres que en el cielo ruegue por ti al Sagrado Corazón. Puedes estar segura de que no me olvidaré de darle tus encargos y de pedirle encarecidamente todo lo que necesites para llegar a ser una gran santa.[17]
El día siguiente Teresa le escribe a Maurice Bellière sobre el corazón de
Jesús. Por más de un siglo su mensaje ha hecho eco en el corazón de la
humanidad, tal como hoy hace eco:
¡Cómo me gustaría hacerle comprender la ternura del Corazón de Jesús y lo que él espera de usted! [18]
© 2009-2010
by Maureen O´Riordan.
Todos los derechos reservados.
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(Fuente:thereseoflisieux.org)
[1] Fragmento
de la Carta 67, carta de Teresa a su tía, Mme Guerin, 18 de noviembre de
1888. Letters of St. Thérèse of Lisieux, Volumen I, 1877-1890. Washington, D.C.:
ICS Publications, 1982, p. 478.
[2] “Crowned
with thorns, with a big cross set up in the center” ( “Coronada con espinas,
con una cruz grande en el centro”), como Sor María del Sagrado Corazón le
escribió a Celina el 13 de octubre 1890, citando al P. Pichon.
[3] Ver
Cantar de los Cantares 2, 16.
[4] Fragmento
de la Carta 122, carta de Teresa a Celina, 14 de octubre de 1890. El
segundo centenario de la muerte de la Beata Margarita María, el 17 de octubre
de 1890, atrajo a multitudes a Paray-le-Monial. Letters of Saint Therese
of Lisieux (Cartas de Santa Teresa de Lisieux)m Volume II, 1890-1897,
Washington, D.C.: ICS Publications, 1988, pp. 709-710.
[5] Historia
de un alma tr. Monjas Benedictinas de Santa Escolástica (Argentina)
2da edición. Buenos Aires, Argentina 1994, Editorial San Pablo
pp.293-294.
[6] A
esta oración frecuentemente se le llama “Acto de ofrenda al Amor
Misericordioso,” pero Teresa nunca lo llamó así.
[7] Poema
23, notas introductorias a “Al Sagrado Corazón de Jesús,” junio u
octubre de 1895, en Teresa de Lisieux Teatro y
Poesías, tr. Pablo Fernández Rey, O.C.D. y Manuel Ordóñez Villarreal,
O.C.D. Burgos, España, Editorial Monte Carmelo, 1997, p. 97.
[8] Poema
23, “Al Sagrado Corazón de Jesús,” junio u octubre 1895, en Teresa de
Lisieux Teatro y Poesías, p. 99.
[9] Historia
de un Alma, p. 429.
[10] Poema
24, “!Jesús, Amado mío, Acuérdate!” 21 de octubre de 1895, en Teresa
de Lisieux Teatro y Poesías, p. 111.
[11] LT
186, de Teresa a Leonia, 11 de abril de 1896. Letters, Volume II,
p.951 (Carta 186).
[12] Poema
36, “Sólo Jesús,” 15 de agosto de 1896. Teresa de Lisieux
Teatro y Poesías, p. 144.
[13]
Poema 13, “La Reina del Cielo a su Hija Querida María de la Santa Faz,”
25 de diciembre de 1894, p. 62.
[14] Jesús
( mi pie de página).
[15] LT
200, de Teresa a Sor María de San José, ¿fines de octubre de 1896?, Letters,
Volume II, p. 1013.
[16] LT
247, de Teresa al abate Bellière, 21 de junio de 1897. Letters, Volume
II, p. 1133.
[17] LT
257, de Teresa a Leonia, 17 de julio de 1897. Letters,
Volume II, p. 1149.
[18] LT
258, de Teresa al abate Bellière, 18 de julio de 1897. Letters, Volume
II, p. 1152.
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