viernes, 23 de junio de 2017

Sta Teresita de Lisieux y el Sagrado Corazón de Jesús

Los Abismos de Amor y  Misericordia del
Sagrado Corazón de Jesús:
Santa Teresa de Lisieux y el Sagrado Corazón
por Maureen O'Riordan
Traducido por: Teodolinda Garcia
 Maureen O´Riordan, una estudiosa de Santa Teresa,  vive en Philadelphia, Pa., Estados Unidos. Por muchos años ha estado dando charlas de Santa Teresa en retiros, parroquias, en grupos Carmelitas,  y ha escrito artículos sobre Santa Teresa y los Beatos Luis y Celia Martin.  
Este artículo aparece en Inglés en la Web de la Apostolado de l'Oracion. También apareció en la edición 2010 (No. 3) de "Therese of Lisieux," la revista de la oficina de peregrinación a Lisieux, y en el otoño de 2010 cuestión de la Carmelite Digest.
Un agradecimiento especial a Teodolinda García, de Panamá, que tradujo este y varios otros artículos en español para "Saint Therese of Lisieux: A Gateway."

     Teresa Martin creció en la Iglesia de la última parte del siglo 19 en Francia,  en el cual el culto hacia el Sagrado Corazón era omnipresente,  modelado más recientemente por la humillación de Francia durante la guerra Franco-Prusa.  El director espiritual de su familia, el Padre Almire Pichon,  se le llamaba un apóstol del Sagrado Corazón.  Su hermana María  tomó el nombre religioso “del Sagrado Corazón” y el monasterio Carmelita  al que Teresa  entró estaba dedicado el Sagrado Corazón.  En 1887 Teresa participó en un peregrinaje a Roma cuya intención era  demostrar la lealtad de la Iglesia  Francesa  al   Papa León XIII en su
jubileo sacerdotal.  Al igual que  los otros peregrinos,  antes de abandonar París,   Teresa fue consagrada al Sagrado Corazón en la cripta de la Basílica no terminada del Sagrado Corazón en Montmartre.  Luego ella  envió su pulsera de oro para que formara parte de la gran custodia en la basílica.  Y,  como todos los peregrinos ella llevó la insignia del Sagrado  Corazón. 
     Pero Teresa no tenía interés alguno en el culto al Sagrado Corazón,  enfocado en las reparaciones por los ultrajes del pecado.  Tampoco tenía conexión con el Sagrado  Corazón como un símbolo nacional.  La peregrina Teresa sólo buscaba a Jesús.  Ella apropió el Corazón de Jesús en una manera intensamente personal y relacional.  Para Teresa el Corazón de Jesús es siempre para ella,  y él siempre busca una respuesta del corazón de ella.  A los quince  años ella le llamaba a Jesús "Aquel cuyo corazón late al unísono con el mío.”[1]  A los diecisiete años ella le escribió a su hermana Celina,  quien estaba en Paray-le-Monial por el segundo centenario  de la muerte de la Beata Margarita María:
 Rézale mucho al Sagrado Corazón. Tú bien sabes que yo no veo al Sagrado  Corazón como todo el mundo.[2]  Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él,[3] y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara…[4]
     En junio de 1895,  el "año del Sagrado Corazón” para Teresa, ella tuvo una nueva experiencia del corazón de Dios:
Pensaba en las almas que se ofrecen como víctimas de la justicia de Dios a fin de desviar y atraer sobre sí los castigos reservados a los culpables. Esta ofrenda me parecía grande y  generosa, pero yo estaba lejos de sentirme atraída de hacerla.  “Dios mío – exclamé en lo íntimo de mi corazón-  ¿sólo tu justicia recibirá almas que se inmolan como víctimas?  ¿Tu Amor Misericordioso no las necesita también?.... En todas partes lo desconocen y lo rechazan. …. Dios mío, ¿tendrá que permanecer encerrado dentro de Tu corazón tu amor despreciado? Me parece que si  encontraras almas que se ofrecieran como  víctimas de holocausto a Tu Amor, las consumirías rápidamente;  me parece que serías feliz de no reprimir las oleadas de  infinita ternura que hay en ti.[5]
     Teresa experimentó a Dios no como de justicia violenta exigiendo expiación de ella sino como de amor rechazado que despertaba su compasión e invitándola a ser un canal del inmenso amor de Dios a la humanidad.  En su poema  “Al Sagrado Corazón de Jesús,” escrito en junio u octubre de 1895 para su hermana, María del Sagrado Corazón, Teresa regresa a muchos de los temas de su “Ofrenda de mí misma como víctima de Holocausto al Amor Misericordioso de Dios.”[6]  Los editores  de su poesía escriben:
“Teresa no se queda  en el símbolo entonces tan en boga, del Corazón  herido por la lanza.  Ella va directamente a la realidad: Al amor personal de Jesús, a sus sentimientos profundos,  al amor que llena su Corazón.”[7]
     Ella habla del corazón que su propio corazón desea:
 «Yo quiero un corazón ardiente de ternura Que me sirva de apoyo sin jamás vacilar, que todo lo ame  en mí, incluso mi pobreza…, que nunca me abandone, ni me olvide jamás ». [8]
 Ella encuentra este corazón en la humanidad de Jesús y en la Eucaristía:
Cómo me has comprendido, único Amigo que amo, Mi corazón robaste, haciéndote mortal Y vertiendo tu sangre, ¡ oh supremo misterio…! Y aún vives desvelado por mí sobre el altar.
 Privada de consolación palpable,  ella puede descansar sobre el Sagrado Corazón:
Si no escucho tu voz,  que desborda dulzura, Ni veo el resplandor de tu adorable Faz, ¡muy bien puedo,  Dios mío, bienvivir de tu gracia Y en tu Corazón Sacro el mío reposar!
      El corazón no es un símbolo distante para ella: es toda su alegría:
Corazón de Jesús, tesoro de ternura, tú sólo eres mi dicha y mi única esperanza  Pues supiste hechizar mi tierna juventud, que nuestra unión acabe con mi postrer jornada.
 Ella no propicia el Corazón,  pero siempre se localiza dentro de él:
 ¡Corazón de Jesús,  yo me quiero perder En tu dulce bondad, por siempre ilimitada!
     El corazón de Jesús no exige expiación; él simplemente arde de amor.  Enfrentada a su debilidad humana y a la justicia de la ley,  Teresa se refugia en ese corazón,  que no sólo la protege pero que es en el mismo su virtud (recuerdo de la ofrenda de ella misma: “Te pido, Dios mío,  que Tú mismo seas mi santidad”[9]): 
Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos carecen de valor a tus divinos ojos. Para hacer meritorios mis pobres sacrificios, sobre tu Corazón divino los arrojo.
Ni a tus ángeles puros encontraste sin mancha. Destellando relámpagos nos diste tu ley de oro… Tu Corazón sagrado, Jesús, es mi escondite, ¡no tiemblo ya, tú eres mi virtud y mi Todo…!
 La confianza de Teresa alcanza su altura en su osada oración escogiendo al Corazón de Dios como su purgatorio y pidiendo ir directo al Cielo de ese Corazón:
Para poder un día contemplarte en tu gloria, lo sé, debo  aceptar el fuego del dolor;por eso he escogido para mi purgatorio tu amor consumidor, ¡ Corazón de mi Dios! Mi desterrada alma, al dejar esta vida, quisiera hace un acto del más sincero amor; y enseguida, volando a tu Patria del cielo,  tomar como morada tu Sacro Corazón.
 En otra poesía que escribió en octubre de 1895,  ella audazmente ora amar a Jesús con Su propio corazón:
Recuerda compasivo que en la tierra deseo reparar el olvido da tantos pecadores. Amor único mío,  escucha mi plegaria, para amarte,  Jesús, ¡ dame mil corazones! Pero no basta aún, ¡oh belleza suprema!, préstame para amarte tu Corazón.[10]
 Varios meses después ella nuevamente se apropia el Corazón de su Esposo “ para amar con más ternura.”  Ella le escribe a su hermana de la Visitación, Leonia:
 Querida hermana,  Yo te amo mil veces con más ternura  de lo que se aman las hermanas ordinarias,  ya que yo te puedo amar con el Corazón de nuestro Esposo celestial.[11]
 Lejos de exigir reparación,  el Corazón de Jesús (“más que maternal”) nos repara.   En 1896 Teresa escribe que este corazón “restaura la inocencia:”
 Tú supiste crear el corazón de madre, ¡ entre todos los padres yo encuentro en ti al más tierno!, y me es tu corazón aún más que maternal,***Tu corazón que cuida y salva la inocencia, ¡no podría frustrar mi filial confianza![12]
      Teresa escribe a menudo  de “descansar” o “dormir” en el Corazón de Jesús
Si alguna vez Jesús duerme, cerca de él reposarás. Su corazón siempre en vela de apoyo te servirá.[13]
Pues el niñito…y sigue durmiendo sobre el corazón del Gran General... [14]  
 Junto a ese corazón se aprende a ser valientes, y sobre todo a confiar.[15]
     Tres meses antes de su muerte,  cuando le escribe a Maurice Bellière, el seminarista que era su hermano espiritual,   Teresa da su testimonio más poderoso de su experiencia del Corazón de Jesús:
 Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación.  Querido hermanito, desde que se me ha concedido a mí también comprender el amor del corazón de Jesús, le confieso que él ha desterrado todo temor de mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese recuerdo me habla de misericordia y de amor.[16]
      El 17 de julio de 1897 ella termina su última carta a Leonia,  prometiendo ser la mensajera de su hermana al Sagrado Corazón:
Quieres que en el cielo ruegue por ti al Sagrado Corazón. Puedes estar segura de que no me olvidaré de darle tus encargos y de pedirle encarecidamente todo lo que necesites para llegar a ser una gran santa.[17]
             El día siguiente Teresa le escribe a Maurice Bellière sobre el corazón de Jesús.  Por más de un siglo su mensaje ha hecho eco en el corazón de la humanidad,  tal como hoy hace eco:
¡Cómo me gustaría hacerle comprender la ternura del Corazón de Jesús y lo que él espera de usted! [18]

© 2009-2010
by Maureen O´Riordan.

Todos los derechos reservados.
(Fuente:thereseoflisieux.org)



[1] Fragmento de la Carta  67, carta de Teresa a su tía, Mme Guerin, 18 de noviembre de 1888.  Letters of St. Thérèse of Lisieux, Volumen I, 1877-1890. Washington, D.C.: ICS Publications, 1982, p. 478.
[2] “Crowned with thorns, with a big cross set up in the center” ( “Coronada con espinas, con una cruz grande en el centro”), como Sor María del Sagrado Corazón le escribió a Celina el 13 de octubre 1890,  citando al P. Pichon.
[3] Ver Cantar de los Cantares 2, 16.
[4] Fragmento de la Carta 122, carta de Teresa a Celina, 14 de octubre de 1890.  El segundo centenario de la muerte de la Beata Margarita María, el 17 de octubre de 1890, atrajo a multitudes a Paray-le-MonialLetters of Saint Therese of Lisieux (Cartas de Santa Teresa de Lisieux)m Volume II, 1890-1897, Washington, D.C.: ICS Publications, 1988, pp. 709-710.
[5]  Historia de un alma tr. Monjas Benedictinas de Santa Escolástica (Argentina) 2da  edición. Buenos Aires, Argentina 1994, Editorial San Pablo pp.293-294.
[6] A esta oración frecuentemente se le llama “Acto de ofrenda al Amor Misericordioso,”  pero Teresa nunca lo llamó así.
[7] Poema 23,  notas introductorias a “Al Sagrado Corazón de Jesús,”  junio u octubre de 1895,  en Teresa de Lisieux Teatro y Poesías, tr. Pablo Fernández Rey, O.C.D. y Manuel Ordóñez Villarreal, O.C.D. Burgos, España, Editorial Monte Carmelo, 1997, p. 97.
[8] Poema 23, “Al Sagrado Corazón de Jesús,” junio u octubre 1895, en Teresa de Lisieux  Teatro y Poesías, p. 99.
[9] Historia de un Alma, p. 429.
[10] Poema 24, “!Jesús, Amado mío, Acuérdate!” 21 de octubre de 1895,  en Teresa de Lisieux Teatro y Poesías, p. 111.
[11] LT 186, de Teresa a Leonia, 11 de abril de 1896. Letters, Volume II, p.951 (Carta 186).
[12] Poema 36, “Sólo Jesús,”  15 de agosto de 1896.  Teresa de Lisieux Teatro y Poesías, p. 144.
[13]  Poema 13, “La Reina del Cielo a su Hija Querida María de la Santa Faz,”  25 de diciembre de 1894, p.  62.
[14] Jesús ( mi pie de página).
[15] LT 200,  de Teresa a Sor María de San José, ¿fines de octubre de 1896?, Letters, Volume II, p. 1013.
[16] LT 247, de Teresa al abate Bellière, 21 de junio de 1897.  Letters, Volume II, p. 1133.
[17] LT 257, de Teresa a Leonia,  17 de julio de 1897.  Letters, Volume II, p. 1149.

[18] LT 258, de Teresa al abate Bellière, 18 de julio de 1897. Letters, Volume II, p. 1152.

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