María, la joven humilde de Palestina fue escogida por Dios
para ser Madre de su Hijo Jesús. Dios tenía que contar con su “Sí” para dar
continuidad a su Proyecto Salvador; claro, Él dispuso todo para que se llevara
a cabo la Redención del mundo por medio de su Hijo.
Pero ¿qué importancia tiene María en éste hecho divino? ¿ no
dependía sólo de Dios? Lo cierto es que cada vez que el Creador interviene en
la historia de la humanidad lo hace contando con la humanidad, nunca obra solo,
elige sus portavoces o emisarios, a veces es aceptado inmediatamente y otras
debe insistir para que sus elegidos acepten su pedido. No fue así en el caso de
María, ya que ella se abandonó en su Palabra y creyó a Dios…
María fue capaz de trascender sus razonamientos humanos para
entrar en el misterio de Dios que todo lo prevé, todo lo puede, todo lo cumple.
María dio el sí sabiendo en su corazón que Dios es bondad infinita y que aún a pesar de su
bajeza podía hacer grandes cosas por medio suyo.
¡Qué difícil resulta muchas veces aceptar las dificultades y
adversidades de la vida! En vez de tomarlas como oportunidad para madurar y
crecer las vemos como una amenaza constante a nuestra vida.
La humilde esclava del Señor sólo supo de condescendencias
con Él, sólo quiso hacer su voluntad y enfrentó la vida con sus alegrías y
dolores, apoyada en el que la miró, la eligió y la quiso como Madre del Mesías.
¡Gracias, María, por tu sí! Gracias por ser capaz de salir
de vos misma para abandonarte confiadamente en las manos de Dios, que nunca
falla!!!
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