las
casas no tienen llaves
ni
los muros rompen el mundo.
Nadie
está solo.
No
se habla mucho del amor,
pero
se ama
con
los ojos,
las
manos,
y
las entrañas.
Las
lágrimas son fértiles,
la
tristeza se ha ido
para
no regresar,
y
se ha llevado con ella
la
pesada carga
del
odio y los rencores,
la
violencia y el orgullo.
Es
extraña la puerta
que
abre esa tierra:
es
la sangre derramada
de
quien se da sin límite,
es
la paciencia infinita
de
quien espera en la noche,
es
la pasión desmedida
de
un Dios entregado
por
sus hijos; nosotros,
elegidos
para habitar
esa
tierra nueva.
(José
María Rodríguez Olaizola, sj)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO