Un día antes de su profesión Teresita fue víctima de una fuerte tentación, pero ante su gran humildad el demonio huyó de su lado y la dejó libre de asedio, sigamos lo que ella misma narra en “Historia de un alma”:
“Por fin, llegó el hermoso día de mis bodas. Fue un día sin nubes. Pero la víspera se levantó en mi alma la mayor tormenta que había conocido en toda mi vida…
Nunca hasta entonces me había venido al pensamiento una sola duda acerca de mi vocación. Pero tenía que pasar por esa prueba. Por la noche, al hacer el Viacrucis después de Maitines, se me metió en la cabeza que mi vocación era un sueño, una quimera… La vida del Carmelo me parecía muy hermosa, pero el demonio me insuflaba la convicción de que no estaba hecha para mí, de que engañaba a los superiores empeñándome en seguir un camino al que no estaba llamada…
Mis tinieblas eran tan oscuras, que no veía ni entendía más que una cosa: ¡que no tenía vocación…!
¿Cómo describir la angustia de mi alma? Me parecía (pensamiento absurdo, que demuestra a las claras que esa tentación venía del demonio) que si comunicaba mis temores a la maestra de novicias, esta no me dejaría pronunciar los votos. Sin embargo prefería cumplir la voluntad de Dios, volviendo al mundo, a quedarme en el Carmelo haciendo la mía.
Hice, pues, salir del coro a la maestra de novicias, y, llena de confusión le expuse el estado de mi alma…
Gracias a Dios, ella vio más claro que yo y me tranquilizó por completo. Por lo demás, el acto de humildad que había hecho acababa de poner en fuga al demonio, que quizás pensaba que no me iba a atrever a confesar aquella tentación. En cuanto acabé de hablar, desaparecieron todas las dudas.
Sin embargo, para completar mi acto de humildad, quise confiarle también mi extraña tentación a nuestra madre, que se contentó con echarse a reír…” (Manuscrito A. VIII)
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