“El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza”
(Redemptoris Missio, 45)
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