A la vuelta, contó. Dijo que
había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar
de fueguitos.
El mundo es eso-reveló-. Un
montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz
propia entre todas las demás. No hay dos
fuegos iguales. Hay fuegos grandes y
fuegos chicos y fuegos de todos colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no
alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede
mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano
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