“La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de
ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al
lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la
vida, y la vida en plenitud”. Sucede hoy con frecuencia que los
cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y
políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como
un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no
aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el
pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado
en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy
no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una
profunda crisis de fe que afecta a muchas personas. (CARTA APOSTÓLICA
"PORTA FIDEI").
Uno de los grandes desafíos que tenemos en la actualidad
tiene que ver con los procesos de fe deficitarios en algunos casos y en otros
nulo, esto lo palpamos en las catequesis de nuestras comunidades, donde como lo
afirmaba Juan Pablo II es necesario “evangelizar al bautizado”, en una zona
donde hay un alto porcentaje de personas bautizadas, sin embargo, poco
evangelizadas.
La crisis de fe afecta nuestras familias de muchas y
variadas formas, quienes en muchas ocasiones caen presas del desánimo, la
desesperanza, la superchería, la superstición. Pero la luz es más poderosa que
la oscuridad y aún queda reservas de fe en la religiosidad popular de nuestra
gente, en sus altares domésticos, peregrinaciones, la promesa, entre otros tal
como lo afirma el Documento Conclusivo de la V° CELAM en Aparecida.
(Fuente: “Encuentro Regional de grupos misioneros del
NEA” Alejandro Lazovich)
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