1. LECTURA: Lc 15, 1-3. 11-32
Algunas preguntas para ayudarte en la
lectura atenta…
¿Cuál es la actitud inicial del
hijo menor? ¿Cuál es la actitud del Padre en cada momento de la parábola? ¿Por qué el hermano
mayor se enoja? ¿Cómo termina la parábola?
Algunas consideraciones para una lectura
provechosa…
En este domingo la misericordia
se hace parábola. El rudo llamado al arrepentimiento que escuchamos el domingo pasado se
encuentra hoy con la contraparte: el oasis del rostro de Dios en la Parábola del Padre
misericordioso (o “del hijo pródigo”), la parábola de la misericordia por excelencia.
El hijo arrepentido va hacia su
Padre, pero al final es el padre el que “corre” hacia su hijo, impulsado por la “conmoción”
interior. Esta agitación interna que se vuelve impulso de búsqueda es lo que se traduce por
“misericordia”: puesto que el hijo nunca se le ha salido del corazón (lo lleva en lo más profundo como una
madre lleva a su hijo en las entrañas), la visión del hijo en su humillación y sufrimiento
descompone el distanciamiento -quizás normal- que toma quien ha sido herido en su dignidad.
El padre que corre al encuentro
de su hijo primero “lo abraza” (v.20b): el padre se humilla más que el mismo hijo. No espera sus
explicaciones. No le pide purificación previa al que viene con el mal aspecto de la vida disoluta,
contaminado en el contacto con paganos y rebajado al máximo en la impureza (legal y física)
de los cerdos; el padre rompe las barreras. No hay toma de distancia sino inmensa cercanía
con este que está “sucio”, para él es simplemente su hijo. Lo “besa” (v.20c:
“efusivamente”). El beso es la expresión del perdón paterno (como el beso de perdón de David a su hijo Absalón
en 2 Samuel 14,33). Nótese que el perdón se ofrece antes de la confesión de arrepentimiento
del hijo (v.21).
Le manda poner “el mejor vestido”
(v.22ª; quizás “su primer [o “antiguo”] vestido”, como se podría leer en griego): el padre
le restituye su dignidad de hijo y le confirma sus antiguos privilegios. El vestido viejo, su
pasado, queda atrás. Le manda poner “el anillo”
(v.22b). Este anillo es un simple aderezo estético; puesto que en la antigüedad el anillo formaba
parte de las insignias reales (ver 1ª Macabeos 6,14) y con él se sellaban las grandes
transacciones, se trata de un gesto inaudito para con un hijo derrochador de plata (v.13).
Le manda poner “sandalias”
(v.22c): este era un privilegio de los hombres libres, incluso en una casa sólo las llevaba el dueño,
no los huéspedes. Este gesto es una delicada negativa al hijo que iba a pedir ser tratado como
jornalero.
Hace sacrificar el “novillo
cebado” (v.23ª), el animal que se alimentaba con más cuidado y se reservaba para alguna celebración
importante en la casa. Convoca una “fiesta” (v.23b) con
todas las de la ley: la mejor comida, música y danza. “Claves de La fiesta parece
desproporcionada, pero el padre expone el motivo: el gran valor de la vida del hijo. Esto llama la atención: la
casa cambia completamente.
En esta parte central de la
parábola está el punto de confrontación que manda al piso losmezquinos paradigmas de relación
humana representados en el rol que juega el hijo mayor en la parábola: El problema no es
simplemente “estar” con el padre (“Hijo, tú estás siempre conmigo”, (v.31ª)
sino de qué manera se está. Mientras el hermano mayor mide su relación con el
padre a partir del cumplimiento externo de la norma (“hace tantos años te sirvo
y jamás dejé de cumplir una orden tuya”, v.29ª) y su expectativa es la
proporcional retribución (“pero nunca me has dado un cabrito...”; v.29b), la
relación entre el padre y el hijo menor se rige por el amor, en el cual lo que importa
no es lo que uno le pueda dar al otro sino el hecho de ser “hijo”. Sale a flote
en inmenso valor de la relación y de su verdadero fundamento. Basta recordar
qué es lo que le duele al Padre: la “perdida”, y para él lo “perdido” no fueron
los bienes sino “el hijo mío” (“este hijo mío estaba perdido y ha sido
hallado”).
El redescubrimiento de la
filiación lleva a la recuperación de la fraternidad. Por eso el Padre se
permite corregir al hermano
mayor: le sustituye el “¡Ese hijo tuyo!” (v.30) por “¡Este hermano
tuyo!” (v.32). Los caminos de
reconciliación con el hermano deben partir del encuentro común en
el corazón del Padre, allí donde
“todo lo mío es tuyo” (v.31).
Lo que se tiene y ser pierde (o
lo que no se tiene y se desea) en este relato se mide desde la
relación. La mayor riqueza, la
que nunca hay que perder y siempre hay que buscar, es la del
corazón misericordioso del Padre
que eleva nuestra vida hasta su máxima dignidad. Es así como
se comprende la grandeza de la
palabra: “Todo lo mío es tuyo” (v.31).
2. MEDITACIÓN
¿Qué me dice el Señor a mí en el texto?
La finalidad de la parábola es
mostrarnos el carácter, la grandeza y las características de la
misericordia de Dios para con los
pecadores arrepentidos. De esta manera comprenderemos la
praxis de misericordia de Jesús,
que escandalizó a la gente piadosa de su tiempo, y también las
actitudes que debemos tomar ante
el Dios que nos perdona y ante el hermano que debemos
perdonar, porque él nos sigue
diciendo: “Todo lo mío es tuyo” (15,31), es decir, que hagamos
nuestra su misericordia.
Ahora recordemos las palabras de
Benedicto XVI:
“…Por suerte, Dios no desfallece en su
fidelidad y, aunque nos alejemos y perdamos, nos sigue
con su amor, perdonando nuestros errores y
hablando interiormente a nuestra conciencia para
volvernos a atraer hacia sí. En la parábola,
los dos hijos se comportan de manera opuesta: el
menor se va y cae siempre cada vez más bajo,
mientras que el mayor se queda en casa, pero él
también tiene una relación inmadura con el
Padre; de hecho, cuando regresa el hermano, el
mayor no se muestra contento como el Padre,
es más, se enfada y no quiere volver a casa. Los
dos hijos representan los dos modos
inmaduros de relacionarse con Dios: la rebelión y una
obediencia infantil. Ambas formas se superan
a través de la experiencia de la misericordia. Sólo
experimentando el perdón, reconociendo que
somos amados con un amor gratuito, más grande
que nuestra miseria y que nuestra justicia,
entramos finalmente en una relación verdaderamente
filial y libre con Dios”
. ¿Con cuál de los personajes te
sientes identificado? ¿Sientes a Dios como es ese Padre
Misericordioso en tu vida? ¿Qué
te falta para reconciliarte con el Padre? ¿Has sentido celos de
alguien cercano a ti?
3. ORACIÓN
¿Qué le respondo al Señor que me habla en el texto?
Demos gracias a Dios que nos
renueva, nos abraza con su infinita misericordia y nos llama a ser
sus hijos.
Señor, renueva mi espíritu
y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo
por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo
de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio
diariamente de la alegría
que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa,
Señor.
Amén.
(Madre Teresa de Calcuta)
4. CONTEMPLACIÓN
¿Cómo hago propias en mi vida las
enseñanzas del texto?
Contemplemos hoy a Dios que se
nos revela como un Papá, imaginémoslo con los brazos
abiertos y lágrimas en los ojos
viéndonos a lo lejos y deseando que vayamos hacia Él. Dile ahora:
“Gracias porque me amas y me
invitas a reconciliarme contigo SIEMPRE”.
5. ACCIÓN
¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?
En esta cuaresma Jesús nos vuelve
a repetir este deseo del Padre, de entregarnos su verdadera
riqueza, que es nuestra herencia.
Como el hijo menor aprenderemos a recibirla y como el hijo
mayor aprenderemos a compartirla.
Así nadie, ni el hijo mayor ni el hijo menor, se quedará sin
entrar en la alegría del Padre
que hace de nuestra vida una continua fiesta. La pascua que ya se
acerca es la realización de esta
fiesta.
¿Asistes regularmente al
sacramento de la reconciliación? ¿Cómo vas en tu preparación
cuaresmal hacia la pascua? ¿Qué
cambios radicales debes hacer en tu vida para estar cerca al
Padre?
“Hay
muchos cristianos que no saben por qué están en el mundo.
-
¿Por qué Dios mío, me has puesto en el mundo?
-Para
salvarte.
- y
¿por qué quieres salvarme?
-Porque
te amo.
¡Qué
bello y grande es conocer, amar y servir a Dios!
Es lo
único que tenemos que hacer en el mundo.
Todo
lo demás es tiempo perdido”.
(Santo
Cura de Ars)
(Fuente: lectionautas.com)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO