Con gran gozo, y llena de paz, comparto la alegría que viví
el 14 de febrero, día de mi Primera Profesión Religiosa, en nuestra hermosa
familia.
Por gracia de Dios, pude compartir esta fiesta con varias de
nuestras hermanas, familiares y amigos de siempre y con toda la comunidad
parroquial y diocesana de Mar del Plata.
La ceremonia la presidió Fray Mariano Liébana, op, que es mi
director espiritual, y quien me ha acompañado mucho en esta etapa de noviciado,
también estuvieron presentes varios sacerdotes de Mar del Plata, y mi párroco
de Coronel Suárez.
Realmente ese día pude experimentar el amor y la
confirmación del Padre Bueno, que un día me eligió y llamó, a estar con El, y
entregarle la vida, “todo lo que soy, lo que tengo y quiero”, si bien estaba
con “expectativa y hasta un poco de nervios”, en el momento que comenzó la
Eucaristía, me sentí totalmente en manos de Dios, me invadió una gran paz, y
una alegría difícil de explicar con palabras, pero que todos ustedes bien
comprenderán, y una certeza profunda de este querer de Dios, de consagrarme a
El y a los hermanos, y de recepcionar su gracia, que se da como el El quiere y
cuando
quiere, pero que siempre hace todo para
bien de los que ama.
Solo puedo ahora dar gracias a Dios, por haberme llamado,
por darme la gracia de responderle, por todas las personas que me acompañaron y
acompañan en este camino vocacional, a cada una de las hermanas que estuvieron
ese día, por todo lo que hicieron para que sea realmente una fiesta, las que
estuvieron en los días previos, trabajando sin parar, para que yo estuviera
tranquila, y continuara con “mi preparación”, realmente sentí y vi, que esta
era una gran familia, en la que se comparte y se vive como propio lo de cada
hermana, y eso fue muy lindo e importante para mí. Agradecer también a la comunidad parroquial,
por todo lo que colaboraron con las hermanas, por todas las muestras de cariño
para conmigo, y con cada hermana que está, o pasa por la comunidad.
Un agradecimiento más que especial a mi Comunidad, que
aunque es “pequeña” en número, fue una gran comunidad para mí, para aprender
cada día a vivir la fraternidad, la entrega, la oración, a tener ejemplos concretos
y cercanos de personas que buscan encarnar y vivir este carisma de Carmelitas
Misioneras, con fidelidad y generosidad, por todo lo compartido en estos dos
años y en éste último tiempo de preparación para la Profesión, para poder
hacerlo con realismo y radicalidad, consciente plenamente de lo que es asumir
los votos, decirle sí al Señor, vivir la consagración como entrega definitiva
al Dios que nos ama e invita a amar desde El a todos nuestros hermanos.
Feliz y orgullosa de ser parte de las Carmelitas Misioneras,
de sentirme toda de Jesús, les dejo un gran abrazo y les agradezco a
todas las hermanas, las que estuvieron presentes físicamente, las que lo hicieron a través
de la oración, de los saludos, a todas muchísimas gracias, y que el Señor nos
siga acompañando y guiando cada día.
Hasta cada Eucaristía,
María Eugenia de Jesús Hall, cm.
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