Te quiero porque has entrado en mi vida más que el aire en mis pulmones,
más que la sangre en mis venas. Has entrado donde nadie podía entrar, cuando
nadie podía ayudarme ni consolarme.
No ha habido día en que no te hablara ni hora en que no te haya mirado.
Y en tu rostro he leído la respuesta, en tus palabras la explicación, en tu
amor la solución.
Te quiero porque durante muchos años has vivido conmigo y yo he vivido de
Ti.
He bebido de tu ley sin advertirlo.
Me he alimentado, robustecido, me he recobrado, pero sin darme cuenta:
como un niño que se alimenta de
su madre y todavía no sabe llamarla con ese
dulce nombre.
Permíteme agradecerte –al menos un poco- en el tiempo que me queda, por
este amor que has volcado sobre mí y que, irresistiblemente, me impulsa a
decir: te quiero.
Chiara Lubich
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