El 21 de noviembre celebraremos la festividad de la LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN EL
TEMPLO. En este día celebramos la «dedicación» que María Santísima hizo de Sí misma a Dios, ya desde su
infancia, movida por el Espíritu Santo, cuya gracia la llenaba plenamente.
La festividad de la Presentación de María al Templo que procede de una
antigua tradición está históricamente ligada a la consagración de una basílica
en honor de Santa María, -el edificio fue deseado por Monseñor Elías, obispo de
Jerusalén, y fue terminado bajo los auspicios del emperador Justiniano
(527-565)- al lado de la zona del templo de Jerusalén, ahí donde la Virgen pasó
su infancia dedicada al servicio
divino. Esta iglesia fue consagrada el 21 de
noviembre del año 543, y fue llamada Nueva Iglesia, para distinguirla de la
antigua, dedicada a la Natividad de María. En el transcurso del siglo VIII la
festividad se extendió por todas las Iglesias orientales, y, con el favor del
pueblo de Dios, pasa a ser parte de las grandes doce festividades del año.
Todavía hoy se celebra en Oriente con una vigilia preparatoria y algunos días
de post-festividad, hasta el 25 de noviembre.
Esta festividad constituye una buena oportunidad para que hagamos un examen
hondo sobre nuestras actitudes más íntimas para ser completamente hombres y
mujeres de Dios. Esforcémonos más para ser muy fieles a la vocación cristiana
que hemos recibido en el Bautismo. Y, para eso, consideremos con qué amor
recibimos, con la frecuencia necesaria, el Sacramento de la Penitencia.
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