«No sentí ningún viento impetuoso al descender el Espíritu
Santo, sino más bien aquella brisa tenue cuyo susurro escuchó Elías en el monte
Horeb».
Así explicaba Teresita lo que había sentido al recibir lo
que ella llamaba el «sacramento de amor», la confirmación. Esa «brisa tenue» le
llevará a descubrir, poco a poco, qué es el amor y a unirse al Espíritu que
desciende.
Años después de esa experiencia, diría a sus hermanas, Inés
y María, dos cosas: que solo «la confianza puede conducirnos al amor» y que es
«propio del amor abajarse». Si fiarse es ascender, confiar también va a ser
descender, dejándose llevar por el Espíritu.
Teresita ha entendido muy bien la doctrina de su querido
Juan de la Cruz, que decía: «En este camino el bajar es subir, y el subir,
bajar» y añadía que, para enseñar al alma, «suele Dios hacerla subir por esta
escala para que baje, y hacerla bajar para que suba». Así se avanza por el camino
del amor.
Juan de la Cruz no estaba haciendo un juego de palabras,
sino poniendo de manifiesto algo que Teresita ha captado, y que pertenece al
alma del evangelio: Jesús revela al Dios que invierte los términos, que busca a
los últimos y para quien los pobres son bienaventurados.
CONTINUARÁ...
(Fuente: Gema Juan, ocd para periodistadigital.com)
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