Queridos hermanos:
Las primeras lecturas de los dos domingos primeros de
Cuaresma nos han hablado de las alianzas que Dios hizo con Noé y con Abrahán,
hoy se nos habla de la alianza con Moisés en el Sinaí y los diez mandamientos.
Tenemos el peligro de no percibir lo esencial de la alianza, que es la relación
íntima del pueblo con Dios a través de su propia vida y transformarla en ley y
culto. La fe basada en un Dios celoso y terrible, en el temor a los castigos
o la búsqueda de premios, en la ley y en el culto formalista o carente de
participación, es una fe inmadura que nos deja en el Antiguo Testamento. El
problema no es la ley, lo que nos convierte en auténticos creyentes es el
sentido que la damos. Jesús no anula los diez mandamientos, pero parece
decirnos que no es su frío cumplimiento lo que nos acerca a Dios, sino el amor
con el que hacemos las cosas.
Cuando Jesús llega al templo esto es lo que se encuentra: el
pueblo ha hecho del templo y del culto el centro de su fe y ha falsificado la
alianza convertida ahora en un negocio. Él, es el que va restaurar la alianza
hecha con Noé, Abrahán y Moisés, la cruz mostrará cuál es el compromiso de un
aliado con Dios: la donación de la propia vida. Entonces: “Haciendo un azote de
cordeles, los hecho a todos del templo”, en esa ira justiciera hay algo de la
ira del Sinaí: la ira contra la hipocresía y la superficialidad religiosa. No
hay peor justificación para nuestras acciones interesadas que decir que estamos
cumpliendo la ley y situarnos bajo un manto
religioso, esto da pie a los
abusos, sobre todo a la expoliación del prójimo. Inmediatamente se inicia un
diálogo de sordos que conduce al absurdo:”Destruir este templo, y en tres días
lo levantaré. Los judíos replicaron: Cuarenta y seis años ha costado construir
este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo
de su cuerpo”. Unos hablan de una cosa y Jesús habla de otra. No hay
entendimiento.
En la nueva alianza como luego nos dirá Pablo: “todos somos
templos de Dios”. Dios quiere vivir en el pueblo y con el hombre, quiere unos
hombres-templo, casa y propiedad suya. ¿Cómo hemos podido alejarnos de esta
intuición y convertir el cristianismo muchas veces en un conjunto de leyes,
preceptos y cultos sin más? ¿Cómo los laicos dejaron de tener conciencia de su
ser sacerdotal y profético y ese sacerdocio sea exclusivamente jerárquico y con
poca participación del pueblo en los problemas de la comunidad? ¿Cómo entre
nosotros mismos cuando hablamos de la Iglesia, no nos referimos a los millones
de fieles, templos vivos, sino a la jerarquía? ¿Cómo para muchos esta Iglesia
no se considera que haya hecho una alianza con Dios, sino una alianza con los
ricos, los poderosos, los privilegiados, aunque todos sabemos de su dedicación
a los pobres? Esta Cuaresma nos invita a profundizar en el sentido de nuestra
alianza, a tomar personal y comunitariamente la vida en nuestras manos y
ponerla delante de Dios y los hermanos.
Nosotros sabemos y decimos con San Pablo: “que la fuerza y
la sabiduría de Dios”, es la relación amorosa que Dios establece, por medio de
Jesucristo, con la persona humana y nos dejamos sanar, en lo profundo del
corazón para ir cumpliendo nuestra alianza día a día. La paradoja de la fe y la
nueva alianza, es lo ridículo de un Cristo colgado en la cruz (“escándalo para
los judíos, necedad para los griegos”) y de un pan compartido con amor, está es
la esencia de la nueva relación del hombre con Dios, cuya locura: “es más sabia
que la sabiduría de los hombres y cuya debilidad es más fuerte que la fortaleza
de los hombres”. “Él sabía lo que hay dentro de cada hombre”. Él ve lo íntimo y
sabe de nuestra entrega incondicional a Dios, que vive en quien lo ama y en
quien ama a su prójimo como a sí mismo. Lo demás es añadidura.
PD: Hoy 8 de Marzo es el día de la Mujer Trabajadora, qué no
os engañen, no es el día de la mujer, que como todos sabemos trabaja y a veces
demasiado, en la casa o cuidando a los mayores y enfermos. Hoy es el día de la
mujer que trabaja fuera de casa y también dentro, por eso recordamos la lucha
de esas mujeres por sus derechos.
(Autor:Julio César Rioja)
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