SIN JESÚS NO ES POSIBLE -
José Antonio Pagola
El encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos junto al
lago de Galilea está descrito con clara intención catequética. En el relato
subyace el simbolismo central de la pesca en medio de mar. Su mensaje no puede
ser más actual para los cristianos: solo la presencia de Jesús resucitado puede
dar eficacia al trabajo evangelizador de sus discípulos.
El relato nos describe, en primer lugar, el trabajo que los
discípulos llevan a cabo en la oscuridad de la noche. Todo comienza con una
decisión de Simón Pedro: «Me voy a pescar». Los demás discípulos se adhieren a
él: «También nosotros nos vamos contigo». Están de nuevo juntos, pero falta
Jesús. Salen a pescar, pero no se embarcan escuchando su llamada, sino
siguiendo la iniciativa de Simón Pedro.
El narrador deja claro que este trabajo se realiza de noche
y resulta infructuoso: «aquella noche no cogieron nada». La «noche» significa
en el lenguaje del evangelista la ausencia de Jesús que es la Luz. Sin la
presencia de Jesús resucitado, sin su aliento y su palabra orientadora, no hay
evangelización fecunda.
Con la llegada del amanecer, se hace presente Jesús. Desde
la orilla, se comunica con los suyos por
medio de su Palabra. Los discípulos no
saben que es Jesús, solo lo reconocerán cuando, siguiendo dócilmente sus
indicaciones, logren una captura sorprendente. Aquello solo se puede deber a
Jesús, el Profeta que un día los llamó a ser «pescadores de hombres».
La situación de no pocas parroquias y comunidades cristianas
es crítica. Las fuerzas disminuyen. Los cristianos más comprometidos se
multiplican para abarcar toda clase de tareas: siempre los mismos y los mismos
para todo. ¿Hemos de seguir intensificando nuestros esfuerzos y buscando el
rendimiento a cualquier precio, o hemos de detenernos a cuidar mejor la
presencia viva del Resucitado en nuestro trabajo?
Para difundir la Buena Noticia de Jesús y colaborar
eficazmente en su proyecto, lo más importante no es «hacer muchas cosas», sino
cuidar mejor la calidad humana y evangélica de lo que hacemos. Lo decisivo no
es el activismo sino el testimonio de vida que podamos irradiar los cristianos.
No podemos quedarnos en la «epidermis de la fe». Son
momentos de cuidar, antes que nada, lo esencial. Llenamos nuestras comunidades
de palabras, textos y escritos, pero lo decisivo es que, entre nosotros, se
escuche a Jesús. Hacemos muchas reuniones, pero la más importante es la que nos
congrega cada domingo para celebrar la Cena del Señor. Solo en él se alimenta
nuestra fuerza evangelizadora.
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