Jesús un día, tocó mi puerta salió a mi encuentro y
me invitó a seguirlo, así como era, desde lo que soy y tengo, desde mis
limitaciones, y miedos, desde mi fragilidad y pobreza, desde las virtudes que me ha
regalado y desde los sueños que ha inspirado a mi corazón. Tan solo me llamó
para estar con él y darlo a conocer.
Al principio no entendía su elección pero con el
correr del tiempo voy comprendiendo que me llamó, porque escuchó el clamor de
su Pueblo, el clamor de tantos hermanos que están sufriendo, de tantos inmigrantes expulsados de su tierra pidiendo
libertad, de tantos niños tristes que ya no sonríen, para ayudar a jóvenes que han dejado de luchar perdiendo la
capacidad de soñar y ayudar a adultos desconsolados y a mujeres que se sienten sin valor por ellas
mismas, olvidando su dignidad.
A través de estas experiencias se va formando mi
corazón día a día, más que la teoría porque solo entrar en contacto con diferentes
realidades sociales y culturales, me ayuda a humanizarme desde adentro, a
valorar lo que tengo y a ser más sensible, sintiendo muchas veces impotencia,
por sus formas de vivir injustamente y con deseo de cambiar esa realidad.
Sé que me
llamó, no porque era perfecta, sino simplemente porque quería usarme como
instrumento. Buscando primero iniciar en mi un proceso de conversión y sanación
dejando de lado las máscaras que un día usaba, dejando de lado mis miedos
para abandonarme a su confianza, dejando de lado mi orgullo para abrirme a su
Gracia, dejando de lado mis prejuicios para conocer al otro aceptándolo así
como es, sin buscar cambiarlo en nada, finalmente dejando de lado mis intereses
personales, para abrirme a su proyecto de amor para con la humanidad.

Él en nosotros, hacer un camino de configuración con Cristo, un camino que requiere esfuerzo personal y gracia divina, donde unida a él busco hacer la voluntad del Padre, donde unida a él rezo con un corazón compasivo como el suyo por las diversas situaciones del mundo, tan unida a él busco actuar según su forma de amar tratando a los demás como él me trata con ternura y misericordia, estando unida a él compartiré la misma suerte que la suya, la suerte de ser rechazada si estoy en una situación determinada, así de igual forma sufriré experimentando muchas veces el abandono y soledad de los amados, donde solo Dios será mi único consuelo, y tan unidamente a él moriré para que resucite en mí algo nuevo y así los demás descubran en mí el rostro de Cristo.
Por eso ser
carmelita misionera significa ser también como María, proclamar como ella las
grandezas de Dios en nuestra vida, salir de prisa al encuentro de nuestros
hermanos que más necesitan, haciendo de nuestro Si un hágase constante incluso
aceptando la cruz en silencio confiando en la voluntad del Padre; por eso el
Carmelo es todo de María, ella es la que con su presencia nos protege y anima.

Hna Lourdes Pera,cm
Un gusto saber de vos Lourdes, por tantos caminos recorridos con los jovenes en Fatima Garupa, Misiones. Muy linda experiencia, lo comparto en mi página. Gracias y Bendiciones.
ResponderBorrar