En el corazón de aquellos que hemos sentido “la Voz” del
Señor que nos llamó para consagrar nuestra vida al servicio del Reino resuenan
fuertemente las palabras que el Señor dirige hoy a Simón, ese pescador sencillo
y esforzado del Evangelio (Lc 5, 1-11) y las que él le dice al Señor:
Jesús: “Navega mar adentro, y echen las
redes”
Simón: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un
pecador”
Jesús: “No temas, de ahora en adelante serás
pescador de hombres”.
Como a Simón el Señor nos ha invitado a la aventura de seguirlo,
lo hemos dejado todo por Él porque nos ha conquistado su persona, sus palabras,
sus gestos, su testimonio de vida coherente y consagrada y hemos querido vivir
a su estilo, pero también dimos nuestro “sí”, conscientes de nuestra fragilidad
de pecado, de nuestras miserias y de todo aquello que nos recuerda que somos
creaturas necesitadas de la “gracia” de Dios para llevar adelante su misión.
Nos anima saber que en éste camino Él viene con nosotras,
es nuestra fortaleza, comprende nuestros miedos y los ahuyenta con su sola
presencia, es lo que nos permite tener la certeza que vamos por el camino
correcto; Jesús no ha comenzado de la nada con nosotras, así como tuvo en
cuenta las fragilidades de Pedro y su carisma personal para la pesca,
igualmente ha contado con esos dones-carismas que ha puesto en nosotras para
invitarnos a seguirlo.
No permitas que tus miedos, fragilidades y seguridades te
alejen de “su proyecto de amor” el de consagrarle tu vida.
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