viernes, 17 de enero de 2020

Testimonios que bajan desde La Quiaca (parte I)

De izq. a der.: Lore, Tomi, Nico, Fabio, Valen y Mara.

Desde Jujuy nos comparten las resonancias de la MJ 2020 Tomi y Abel...

Izq.-der.: Tomi (Jujuy) y Pepe (San Juan)
Hola! Soy Tomás de Jujuy. La Misión Calingasta 2020 fue una hermosa misión en la que Dios y nuestra querida Madre María me hablaron en muchísimos momentos, pero el que más me marcó fue en la visita a la última casa, en un callejón de casas muy precarias. Fue una sensación muy fuerte, varias emociones encontradas que no me las esperaba. La señora de la casa nos contó lo que vivió en Mendoza con la Virgen de la Rosa Mística. Al finalizar después de haber relatado con mucha euforia su vivencia, me hablo a mí personalmente como si fuese su hijo y como si supiera  lo que estoy viviendo. Fue muy hermoso y nos despedimos con un fuerte abrazo.
También el compartir la fe con jóvenes misioneros de distintas provincias fue algo muy lindo y que me ayuda a crecer. Lo mejor de todo fue poder compartir todo esto con adultos, jóvenes y niños del lugar.
Fue algo muy lindo lo que se vivió y que en lo que resta del año voy a extrañar. Pero estaré en constante oración por todas las personas que ahora forman parte de mi vida  y de mi historia.
Tomás (Jujuy)

Soy Abel Benítez , tengo 19 años, soy de “La Quiaca”, Jujuy.
Todo esto comenzó con la llegada de un mensaje a mí celular en donde me invitan a la misión de las Carmelitas Misioneras. Pensé un momento en cómo era, de que se trataba, que hacían. Ya que no tenía bien en claro el contexto. Consulte a mi familia y a los pocos días confirme mí asistencia.
Pasaron tan rápidos los días que cuando me di cuenta ya tenía que viajar. Un viaje largo, pero no tan agotador, ya que los jóvenes con los que viajé eran de ponerle onda a todo.
Al llegar a Calingasta-San Juan nos recibieron las hermanas
Carmelitas Misioneras, el Párroco P. Daniel y el Obispo auxiliar Carlos María.
Estábamos  todos con una energía igual a pesar del cansancio del viaje. Nos presentamos todos los jóvenes de los lugares que fuimos y nos dividieron en dos comunidades. Una del alto Calingasta y la  otra de la Villa Calingasta. Era sábado a la tarde-noche en donde  todos cansados nos acomodamos en las habitaciones para descansar,  mientras que los de Alto Calingasta ya se habían ido para limpiar y organizar la escuela dónde se quedarían.
Abel en el "Cristo de la Misericordia"
Con el correr los días salimos a misionar, a visitar algunas familias del “Alto verde”, de “La Villa”, del centro y demás.  Las familias son muy buenas, al menos a mí, me atendieron todas y con una muy buena predisposición, algunas me invitaron mate, otras tortitas, otras agua fresca, (¡por el calor que hacía!). En algunas casas nos contaban que nos estaban esperando, en otras que no se habían enterado que habíamos llegado, otras que no querían que nos vayamos tan pronto y una en especial que nos quería llevar a la finca a montar a caballo a conocer las cabras, y lugares turísticos que hay, (por cierto me llevaron al Cristo). También en otra familia me regalaron algunos recuerdos y otra me comentó que tenía familia en Jujuy. Es tan lindo que las familias te dijeran que "Cristo llego a mí casa hoy por medio de ustedes".
No solo salimos a visitar las familias, también compartimos encuentros con los niños, los jóvenes y los adultos. Todos con concurrencia muy buena de la comunidad, allí tocamos diversos temas y a todos le encantó y les llegó.
Varios nos decían “qué falta que nos hace a la comunidad que ustedes vengan y poder ver a Dios en ustedes”, también el poder reflexionar que "Cristo vive y te quiere vivo".
El jueves compartimos un día fraterno entre las dos comunidades, nos reímos, rezamos, conocimos lugares diferentes, nos enriquecimos con la cultura de los otros.
¡Todo paso tan rápido! Que sin darnos cuenta ya estábamos organizando la noche del fogón, tuvo una concurrencia muy bonita de la comunidad y más que nada de los niños que brillaron con la demostración de sus talentos. Esa misma noche nos despedimos de la comunidad, de algunos jóvenes y personas que he conocido en la misión. Varios me pedían que para el año volviera y no sabía responderles, solo sabía que dejamos una experiencia, una reflexión y un encuentro con el señor en estas personas.
Se terminó la noche y al otro día estaba despidiéndome de los demás jóvenes y de las hermanas Carmelitas  Misioneras muy emocionado y agradecido por permitirme vivir está misión.

Abel (Jujuy)

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