martes, 18 de noviembre de 2008

El talento que necesitamos los argentinos

Homilía de monseñor Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para el 33º domingo durante el año
(16 de noviembre de 2008)


I. “Tiene talento…”


1. Así decimos de un muchacho o chica inteligente, que se comporta con dignidad y se capacita para asumir sus responsabilidades en la vida. En cambio, de alguien dotado de inteligencia, que no supiese usarla para un fin noble, decimos: “es un desperdicio de muchacho”.

2. “Talento” fue, al inicio, una medida monetaria importante. Equivalía a seis mil monedas de plata. Éstas se llamaban “denario”, y con una se pagaba la jornada de trabajo. Recordemos la parábola leída hace poco, en la que un viñatero contrata obreros por un denario.

En la parábola de hoy (Mt 25,14-30), un propietario, a punto de partir para un largo viaje, confía su capital a tres servidores suyos, para que lo administren en su ausencia y lo incrementen. Lo reparte en forma desigual según la capacidad de cada uno. Pero a los tres confía una suma importante. A uno le da cinco talentos, equivalente a 30.000 jornales. A otro, dos (12.000 jornales). Y al tercero, uno (6.000 jornales).

Los dos primeros tuvieron “el talento espiritual” de trabajar con los talentos monetarios recibidos y hacerlos fructificar. Así, cuando “después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores, el que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco” (vv. 20). Lo mismo hizo el que recibió dos talentos. En cambio, el que recibió uno se contentó con cuidar que no se lo robasen y restituirlo tal cual. Tuvo un talento monetario, pero no tuvo talento espiritual. De allí, la suerte distinta que corren: los dos primeros son premiados por el propietario, y el último es castigado.


II. Los talentos fructifican

por la educación, el trabajo y la vida honrada

3. Dios, al crearnos, nos dota con talentos, o capacidades para enfrentar la vida, cuyo cultivo confía a nuestra responsabilidad. Inteligencia: para entender la existencia y la relación con los semejantes y con la naturaleza. Voluntad: para amar y decidir el camino a emprender. Instinto social: para asociarnos a otros: formar una familia y una sociedad. Dos brazos: para trabajar, proveer a nuestras necesidades, a las de nuestros seres queridos y de la sociedad. Tierra bajo los pies: de donde extraer el sustento y hacerla un escenario digno para la existencia.

4. De allí, la necesidad de la educación, del trabajo y de la vida honrada. Sin éstos, el talento, por mucho que fuere, quedaría como una pieza de mármol bruto. Las estatuas de Fidias y de Miguel Ángel son admirables porque al mármol de buena calidad proporcionado por la naturaleza, se unió el talento espiritual del artista. El talento es todo lo contrario de “la viveza criolla”. Ésta es una forma trágica de enterrar el talento.


III. El Bicentenario: revivir el talento argentino

5. Los Obispos, en la Asamblea concluida ayer, reflexionamos, una vez más, sobre la situación de nuestra Patria. Nos interesa muchísimo, como le interesó a Jesús la suerte de la suya hasta derramar lágrimas por ella. Es en esta Patria terrena donde peregrinamos hacia la Patria eterna. Si bien ella nunca será el Cielo, no tiene por qué ser un infierno anticipado. Hicimos nuestra reflexión de cara al Bicentenario. De allí el título del mensaje: “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016)”.

6. Sin haberlo propuesto formalmente, en cierto modo partimos desde la parábola de los talentos. En 1910, cuando se celebró el primer Centenario de estos grandes acontecimientos, nuestra Nación aparecía en el concierto de los pueblos como una tierra promisoria y acogedora”. A los cinco talentos que Dios nos había dado, estábamos sumando otros cinco. De allí que millones de desheredados del mundo viniesen a habitar nuestro suelo. Frente al año 2010, el cuadro es muy diferente: “Hoy, en vísperas de la celebración del Bicentenario, la realidad y el ánimo no son iguales. ‘Nos sentimos heridos y agobiados...’”. Pareciera que los argentinos hubiésemos enterrado los talentos iniciales, y que incluso malgastamos los talentos ganados hasta el Primer Centenario.

7. Pero la situación no es sin remedio: “Queremos ser Nación una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común’” (8). “Nuestra mirada es esperanzada. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras. Creemos estar ante una oportunidad única. Podemos aprovecharla, privilegiando la construcción del bien común, o malgastarla con nuestros intereses egoístas y posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen” (12).

8. Les recomiendo leer íntegro el mensaje de los Obispos, meditarlo y conversarlo. Lo encuentran en www.aica.org. Lo resumo así: “El talento que necesitamos los argentinos supone esfuerzo: educación, trabajo y honradez, en el orden personal y social”. Los cristianos hemos de asumir nuestra responsabilidad. Nadie ni laico ni clérigo han de escapar de ella. Y comprometámonos a trabajar sin desmayar por el bien común, sin arredrarnos de las dificultades.


Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia

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