Hoy en día todos somos conscientes de la importancia de saber escuchar. El problema es que esa palabra ha perdido gran parte de su significado. Existe un “escuchar” con minúsculas y otro con mayúsculas. La primera escucha es la que hacemos porque es más fácil quedarse callado que opinar, porque lo que de verdad deseamos es que nos escuchen cuando el otro calle, porque tenemos la cabeza en otro sitio y no nos apetece conversar, porque así el otro se siente importante y apreciado. La escucha con mayúsculas es en cambio un proceso activo y crítico, tan difícil como comunicar bien. Implica conocer al otro para saber lo que busca al abrirse a nosotros, esforzarse por comprender y vivir lo que estamos oyendo, desarrollar empatía con quien nos habla aunque esto nos haga implicarnos más y nos complique la vida, dividir las desdichas, multiplicar las alegrías y sobre todo, encontrar la respuesta adecuada: una palabra, un silencio, un abrazo, una sonrisa o todo a la vez.
¡¡HOY, ANIMATE A ESCUCHAR CON MAYÚSCULAS!!
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