Se cuenta que un hombre que murió de repente estaba muy preocupado a la hora de presentarse ante el tribunal divino, pues el balance de su vida era muy pobre.
Se colocó en la cola y se puso a escuchar.
Pasó una persona, Jesucristo consultó el libro de Vidas y le dijo:
- “Veo que tuve hambre y me diste de comer. ¡Al paraíso!”
Luego dijo al siguiente:
- “Tuve sed y me diste de beber…”
Y a otro:
- “Estuve preso y me visitaste…”
El hombre estaba asustado, pues no había dado de comer, ni de beber, ni había visitado a presos ni enfermos…
Cuando le llegó el turno, temblaba al ver a Jesús mirando el libro de Vidas. Pero he aquí que Cristo levantó la vista y le dijo:
- “No hay aquí mucho escrito, pero también tú hiciste algo. Cuando estuve triste y decaído, tú viniste, contaste unos chistes, me hiciste reír, y me devolvieron el ánimo. ¡Al paraíso!”
REFLEXIONEMOS
Todos somos importantes, cada persona tiene algo que la hace única e irrepetible, todos podemos aportar, para la construcción de un mundo mejor. Dios no hace diferencias entre nosotros, somos reflejo de su amor y ha puesto en cada persona un don con el que quiere que dejemos una huella, una marca registrada. No te compares con otros, sé vos mismo, ofrece tu carisma, sé feliz y hacé felices a los demás.
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