CAMBIAR PARA SALVAR Y SANAR
San Camilo de Lelis nació cerca de Nápoles en 1550. Huérfano desde muy joven, era un jugador empedernido. Todo el dinero que caía en sus manos lo dilapidaba en el juego.
Optó por entrar a trabajar en un hospital, pero sólo para ganar más dinero y seguir jugando. Lo expulsaron por incorregible y, además, por inepto para cuidar a los enfermos.
Se enroló en la Marina. Después de una serie de vicisitudes, en las que a punto estuvo de perder la vida, volvió a Roma a los veinticuatro años, con muchas ganas de disfrutar y con algún dinero. Pero como su pasión por el juego era irrefrenable, pronto lo perdió todo. Por perder, hasta perdió la camisa en una apuesta.
Unos frailes capuchinos le ofrecieron trabajo en su convento. Por primera vez vemos a Camilo trabajando, vigilando y metido en cintura: le cantaron muchas veces las cuarenta: Mano dura y nada de paños calientes. Esto fue lo que le salvó.
Tuvo que ingresar en un hospital de Roma, con un problema en la pierna y… allí descubrió su vocación definitiva: trabajar con los enfermos. Se hizo sacerdote y agrupó en torno a él a otros amigos con las mismas inquietudes, con los que fundó la Congregación de los Camilos, que se dedican al cuidado de los enfermos.
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