Sab 2,12.17-20:
Lo condenaremos a una muerte ignominiosa
Salmo responsorial
53: Frase
Sant 3,16–4,3: El
Señor sostiene mi vida
Mc 9,30-37: Quien
quiera ser el primero, que sea el servidor de todos
El libro de la Sabiduría recoge la experiencia de los
profetas de Israel y nos presenta a la persona «justa» como el modelo de
sabiduría. El modelo de piedad no lo constituye la persona que hace sacrificios
abundantes o que sigue con elegancia y delicadeza todos los pormenores de los
ritos litúrgicos. La persona ideal es la que vive la justicia y muestra con sus
obras que es posible realizar la voluntad de Dios en este mundo. Pero, aunque
este es el camino auténtico y querido por Dios, no por ello, se puede realizar
con simplicidad. La oposición no se hace esperar. Incluso, al interior de la
familia o del círculo de amigos. El que tome el camino de la justicia, pronto
se dará cuenta que hará el viaje en compañía de pocas personas.
La carta de Santiago nos da una explicación tan sencilla
como eficaz de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la
ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está
movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de
tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino
manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan
así, comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un
puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y
patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida,
incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos
invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco
tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir
por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera
irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos y vayamos a misa todos
los días.
En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario
de formación de un buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le
entonen vivas a su nombre, sino un grupo de personas responsables que sean
capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en
la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y
de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia
Jerusalén.
Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus
discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para
esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de
los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la
repartición de los cargos burocráticos de un hipotético gobierno y reconduce la
discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de
las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad
no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la
vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra
cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no
las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así
se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una
alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas
adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo
doméstico e insignificante.
Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio:
Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños,
los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los
despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se
identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como
propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y,
en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la
sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de
arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por
los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo
puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no
tienen derechos.
Para la revisión de
vida
El afán de superación, el deseo de ser el primero, el anhelo
de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas
del ser humano; el problema, normalmente, está en los medios que utilizamos
para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los
primeros, antes al contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único
camino humano y humanizador para lograrlo: el amor y el servicio a la Causa del
Reino, que es también la Causa de los pobres. ¿Estoy atrapado en esa
pseudomística de la competitividad, del arribismo a cualquier precio, de la
búsqueda del éxito y del dinero a cualquier precio?
(Fuente: lecturadeldia.org)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO