Nazaret era
una aldea insignificante en el país del norte de la Palestina septentrional,
con una fuente en el centro de la población, rodeada de un campo relativamente fértil,
resaltando el valle del Esdrelón.
Aquí vivía
María. Según los cálculos de Paul Gechter, si partimos de las costumbres de la
Palestina de aquellos tiempos, María tendría en esta época como unos trece años.
(Paul Gechter, o. c, 139-143). No se pueden comparar nuestras muchachas
de trece años con las muchachas de la misma edad de entonces. La parábola del
proceso vital varía notablemente según el clima, época, costumbres, índices de
crecimiento y longevidad. Bástenos saber, por ejemplo, que en aquellos tiempos
la ley consideraba nubiles a las muchachas a los doce años y, generalmente, a
esta edad eran prometidas en matrimonio. En todo caso María era una jovencita.
A pesar de
ser tan joven, las palabras sublimes y solemnes que le dice el ángel de parte
de Dios, indican que María poseía para esta edad una
plenitud interior y una estabilidad
emocional muy superiores y desproporcionadas para su edad.
En efecto,
es significativo que en su saludo el ángel omita el nombre propio de María. La
perífrasis gramatical «llena de gracia» es usada como nombre propio. Gramaticalmente
es un participio perfecto en su forma pasiva, que podríamos traducir algo así
como: «¡Buenos días, repleta de gracias!» Hablando en lenguaje moderno, podríamos
usar para este caso la palabra encantadora.
Significa
que Dios encontró en María""un encanto o simpatía muy especiales.
Estamos,
pues, ante una muchacha que ha sido objeto de la predilección divina. Desde los
primeros momentos de su existencia, antes de nacer, fue preservada del pecado
hereditario en que le correspondía incurrir y simultáneamente fue como un
jardín esmeradamente cultivado por el Señor Dios e irrigado con dones, gracias,
carismas, ciencia, todo fuera de serie.
Por eso se
le comunica que el «Señor está con ella», expresión bíblica que indica una
asistencia extraordinaria de parte de Dios. Ello, sin embargo, no quiere
indicar que ese trato excepcional la transformó en una princesa celeste, fuera
de nuestra órbita humana. Nunca debemos perder de vista que la Madre fue una
criatura como nosotros, aunque tratada de manera especial por su destino también
especial… (Continuará)
(Ignacio Larrañaga)
llena de GRACIA
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