En Argentina, hoy celebramos la memoria de María Madre de la Iglesia. Les compartimos esta hermosa reflexión de nuestro Papa sobre María y la Iglesia.
María madre y modelo de la Iglesia
Papa Francisco
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Continuando con la catequesis sobre la Iglesia, hoy me
gustaría mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Y lo hago
recuperando una expresión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen
gentium: "Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la
Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo» (n.
63).
1. Partamos desde el primer aspecto, María como modelo de
fe. ¿En qué sentido María es un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos en
quién fue la Virgen María: una joven judía, que esperaba con todo el corazón la
redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel, había un
secreto que ella misma aún no lo sabía: en el designio del amor de Dios estaba
destinada a convertirse en la Madre del Redentor.
En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama "llena
de gracia" y le revela este proyecto. María responde "SÍ", y
desde ese momento la fe de María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús,
el Hijo de Dios que se hizo carne en ella y en quien que se cumplen las
promesas de toda la historia de la salvación.
La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en
ella realmente está reunido todo el camino, la vía de aquel pueblo que esperaba
la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene
como centro a Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.
¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de
las miles de ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo
ofrecer los alimentos, la ropa, la atención en el hogar... Esta misma
existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación
singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El
"SÍ" de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la
Cruz. Allí, su maternidad se ha extendido abrazando a cada uno de nosotros,
nuestra vida, para guiarnos a su Hijo.
María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios
hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su
corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la
voluntad de Dios.
Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la
fe de María, que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a
nosotros?
En tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, ¿la vemos
a ella como un modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente
nuestro bien? Pensemos en ello, ¡tal vez nos hará bien reencontrar a María como
modelo y figura de la Iglesia por esta fe que ella tenía!
2 . Llegamos al
segundo aspecto: María, modelo de caridad. ¿De qué modo María es para la
Iglesia ejemplo viviente del amor? Pensemos en su disponibilidad hacia su prima
Isabel. Visitándola, la Virgen María no solo le llevó ayuda material, también
eso, pero le llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús en
dicha casa significaba llevar la alegría, la alegría plena. Isabel y Zacarías
estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la
joven María la que les lleva el gozo pleno, aquel que viene de Jesús y del
Espíritu Santo, y que se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, en el
ayudarse, en el comprenderse.
Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es
Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría.
Así, la Iglesia es como María, la Iglesia no es un negocio,
no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que
llevar a todos hacia Cristo y su evangelio; no se ofrece a sí misma -así sea
pequeña, grande, fuerte o débil- la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María
cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a
Jesús: ¡este el centro de la Iglesia, llevar a Jesús! Si hipotéticamente,
alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, ¡esta sería una Iglesia
muerta! La Iglesia debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la
caridad de Jesús.
Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros?
¿Con nosotros que somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los demás?
Es el amor de Jesús que comparte, que perdona, que acompaña, ¿o es un amor
aguado, como se alarga al vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte, o débil, al
punto que busca las simpatías, que quiere una contrapartida, un amor
interesado?
Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no
le gusta, porque el amor debe ser gratuito, como el suyo. ¿Cómo son las
relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos
a otros como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos mal de los demás,
cuidamos cada uno nuestro "patio trasero"? O nos cuidamos unos a
otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!
3. Y un último punto brevemente: María, modelo de unión con
Cristo. La vida de la Virgen fue la vida de una mujer de su pueblo: María
rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga... Pero cada acción se realizaba siempre
en perfecta unión con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí
María se une al Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al
Padre para la salvación de la humanidad. Nuestra Madre ha abrazado el dolor del
Hijo y ha aceptado con Él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da
fruto, que trae la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.
Es hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre
unidos a Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús sólo cuando algo
está mal y tenemos una necesidad? ¿O tenemos una relación constante, una
profunda amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz?
Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que
en nuestra vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de
María, Madre de la Iglesia. ¡Que así sea!
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