Amigo Lucas: Eres el único que te acuerdas de este pasaje.
Sobre él hay demasiadas interpretaciones.
Te propongo una. Fue una tarde, Simón el fariseo, le había invitado a comer a su casa. Seguro que se sentía todo ufano, eran los tiempos en que los actos del Maestro iban precedidos de su fama. Todo el pueblo se habría enterado. Incluso la pecadora pública del pueblo, aquella con la que tantos hombres habían estado en su cama, buscando, saciando… no sabemos qué gozos o qué soledades eternas.
Te propongo una. Fue una tarde, Simón el fariseo, le había invitado a comer a su casa. Seguro que se sentía todo ufano, eran los tiempos en que los actos del Maestro iban precedidos de su fama. Todo el pueblo se habría enterado. Incluso la pecadora pública del pueblo, aquella con la que tantos hombres habían estado en su cama, buscando, saciando… no sabemos qué gozos o qué soledades eternas.
Y ella entró en la casa y al pronto todos la reconocieron,
se pondrían rojos, nerviosos. ¡Cómo se le ocurre entrar en esta casa! Los más
lanzados harían algunos amagos de echarla fuera. Traía en sus manos un perfume
caro, quizá regalo de algún señor correcto. Se soltó su larga cabellera, su
pelo cuidado, y empezó a regar sus pies con sus lágrimas, se los secaba, los
cubría de besos, se los ungía con perfume. Alguno pensó que aquello ya era
demasiado, una escena erótica así a las claras. Se pusieron en pie para
agarrarla, pero Jesús los paralizó con la mirada.
Simón, el amo de la casa, quedó decepcionado del dejarse
hacer de Jesús. Pensó para sus adentros: si
Jesús fuera profeta sabría quién es esta mujer, qué clase de mujer es y sobre todo que es una pecadora. No puede ser tan ingenuo, a las mujeres no se las trata así. Se está contaminando con su impureza, menudo escándalo en el pueblo cuando se enteren.
Jesús fuera profeta sabría quién es esta mujer, qué clase de mujer es y sobre todo que es una pecadora. No puede ser tan ingenuo, a las mujeres no se las trata así. Se está contaminando con su impureza, menudo escándalo en el pueblo cuando se enteren.
Jesús adivinando lo que pensaban, contó una historia: un
prestamista tenía dos deudores, uno le debía sesenta euros y el otro doce. Como
no tenían con qué pagar perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le estará más
agradecido? Solo Simón se atrevió a contestar: supongo que aquel a quien le perdonó
más.
Simón y los presentes empezaron a caer en la cuenta de lo
que el Maestro pretendía y las piedras no materiales, pero sí en su lengua, en
su imaginación, en su pensamiento, que tenían preparadas para lanzar a aquella
pecadora, se batieron en retirada. Jesús empezó a desmantelar sus seguridades,
sus formalidades, su sentirse buenos, decentes, educados, sus fariseísmos, sus
apariencias.
Jesús dijo: ¿Veis esta mujer? Cuando yo entré en tu casa no
me ofreciste agua para los pies; ella en cambio ha regado mis pies con sus
lágrimas y los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella en cambio desde
que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la
cabeza; ella me ha ungido con perfume. Ha hecho conmigo lo mejor que sabe hacer,
mostrar afecto, mostrar amor, querer… Por eso os digo que quedan perdonados sus
pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor y
agradecimiento muestra.
Simón se puso colorado, era una ofensa contra él, los
ejemplos le acusaban. Él sentía que no tenían que perdonarle nada, era justo,
abierto, cercano, incluso había invitado a comer a Jesús como una muestra más
de que era una persona acogedora. Este encuentro no estaba marchando por buen
camino. Además, quién era Jesús para perdonar los pecados. Los pecados sólo los
perdona Dios y el que es pecador ya está condenado. Con esta clase de gente es
mejor no juntarse, incluso si intentas ayudarles no consigues nada. Además el
sexo, “el sexto”, si fuera otra cosa…, si al menos fuera un mendigo al que se
le pueden dar unas monedas. Jesús jugaba con fuego… una mujer de la vida, la
noticia correría como la pólvora y por suerte en su casa.
Definitivamente Jesús es un idealista, pensar que se puede
cambiar algo en esta clase de personas. Es casi un hereje, perdonar pecados,
algo habrá hecho, se lo tendrá merecido, ellas se lo buscan.
Jesús sólo dijo: tu fe te ha salvado, vete en paz. La mujer
al oír estas palabras, salió del ensimismamiento con que había hecho todas
aquellas cosas. Se sintió liberada de sus pecados expresados en lágrimas. La
fragancia del perfume la hizo asomar una sonrisa. Caminó veloz con el pelo
extendido a contárselo a sus amigas. Ella que había soñado que algún hombre le
propusiera el matrimonio y la sacara de aquella ruina… Sintió ahora, que su
pasado, toda su historia, Dios no la tenía en cuenta. No volvería a aquella
vida porque se había sentido querida, amada. Alguien, sin pedir nada carnal a cambio,
le había concedido la paz, la había respetado sin importarle quién era, ni su
fama. Los otros hombres la buscaban a escondidas.
Quizás, por ella, dijo Jesús aquello de que las prostitutas
nos precederán en el Reino de los cielos. De Simón el fariseo, no se dice nada
más en tu evangelio. Amigo Lucas, no sabemos si aprendió la lección como
Zaqueo, o está presente en todos los que amontonamos piedras contra lo que
llaman “esa clase de gentuza”. Me contaron más tarde, que en uno de tus viajes,
le contaste esta historia a San Pablo y se le ocurrió aquella frase: “Donde
abundó el pecado, sobreabundará la gracia”.
Bueno, ahora se lo tengo que comunicar a mi comunidad, yo
creo que está claro. Yo quisiera sentirme hoy como la pecadora, liberado
después de haber pecado, querido, amado. Quisiera amar también como ella. Pero,
tengo también bastante de Simón y en ocasiones no entiendo la lógica de Jesús.
Estoy en búsqueda, me debato entre el amor y las piedras. Sobre todo, quisiera
tratar a los demás como tú trataste a esta mujer de la vida. Pido al Maestro
que me conceda el perdón y la paz y como lo nuevo siempre sale del corazón, que
me enseñe a renacer de nuevo como la primavera, con ese montón de perfume que
deja el rastro de tu presencia en los hombres que se me acercan.
Ya sé que es un poco hortera esto que te cuento, Lucas; a
fin de cuentas lo que quiero es que Dios me mire con MISERICORDIA. Si no te
gusta esta interpretación, amigo, te prometo que otro día leeré tu texto sin
glosas. Hasta luego Lucas.
Es verdad. Lo de Jesús nos deja boquiabiertos, lo mismo
ocurre con muchos de sus encuentros y milagros. Él es “el Viviente” y por eso
nos enseña caminos para la misericordia. No en vano dijo: “Misericordia quiero
y no sacrificios”. Tenemos en este año mucha tarea.
(Autor: Julio César
Rioja, cmf)
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