Por su parte, una leyenda narra que cuando volvió al cielo,
los ángeles aplaudían a Jesús: ¡su amor al Padre -divino y también humano-
había superado toda incoherencia, consiguiendo lo que nadie, desde el pecado de
Adán! Uno le preguntó cómo había quedado la humanidad. Jesús contestó: - En la
Tierra dejé un grupo de amigos que me ama mucho. -¿Sirve eso para algo?, quiso
saber otro. –¡Es lo fundamental!, contestó Jesús, rotundo. La curiosidad
angélica repreguntó ¿Quedaron con algún trabajo? – ¡Con mucho
trabajo!: Me vieron muerto y resucitado. Ahora, además de mi amor, conocen el del
Padre. No podrán guardarlo. Desde Pentecostés corren contándoselo al mundo
entero...
Lo cierto es que Jesús les había enseñado a discernir
proyectos humanos: -Por sus frutos los conocerán, había dicho: El buen árbol da
buenos frutos y el malo frutos malos. El árbol que no da buen fruto es cortado
y arrojado como leña al fuego... Y respecto a la participación en su proyecto
de vida nueva, había explicado: No entrará al Reino de los Cielos, quien me
rece - ¡Señor esto, Señor aquello!, sino el que haga la voluntad de mi Padre
celestial (ver Mt 7 15-21). Transcurrieron 1500 años. Generaciones de
discípulos-misioneros anunciaron la Buena Noticia que confronta estilos de vida
e inspira santidades. Entonces se descubrió «el nuevo mundo». Principalmente
españoles y portugueses conquistaron, colonizaron y evangelizaron América, de
México al sur.. A los quinientos años, en mayo de 2007, en presencia del Papa
Benedicto XVI, la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, tuvo su 5ª asamblea. Fue en la ciudad de Aparecida (Brasil). Los
obispos hicieron un balance de la vida de fe en el continente y
discernieron
como voluntad de Dios para ellos y sus diócesis la realización de una gran
Misión Continental. Escribieron: «Se abre paso un nuevo período de la historia
con desafíos y exigencias, caracterizado por el desconcierto generalizado que
se propaga por nuevas turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una
cultura lejana y hostil a la tradición cristiana, por la emergencia de variadas
ofertas religiosas... La Iglesia está llamada a repensar y relanzar su misión
en las nuevas circunstancias. No puede replegarse. Se trata de confirmar,
renovar y revitalizar la novedad del Evangelio, desde un encuentro personal y
comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. ... Ello
depende de hombre y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad... No
resistiría una fe católica reducida a bagaje, a elenco de normas y
prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones parciales de
las verdades la fe, a una participación ocasional en sacramentos, a la
repetición de principios doctrinales, a moralismos que no convierten la vida.
Nuestra mayor amenaza «es el gris pragmatismo... en el cual
aparentemente todo procede con normalidad pero en realidad la fe se va
desgastando y degenerando en mezquindad». A todos nos toca recomenzar desde
Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética
o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona que da un nuevo
horizonte a la vida.... Nos encontramos ante el desfío de revitalizar nuestro
modo de ser católico... para que la fe cristiana arraige más profundamente en
el corazón de las personas y los pueblos... Esto requiere una evangelización
mucho más misionera... (ver Ap 1-13).
En el siguiente COMLA (8º Congreso Misionero
Latinoamericano) realizado en Quito (Ecuador) en 2008 (ver: www.celam.org/boletin/BoletinCELAM321.p df)
fue el lanzamiento oficial de la Misión Continental. Todos recibieron los
signos de la misión (La Biblia, un tríptico catequético, una oración, un
cancionero misionero, celebraciones litúrgicas con sentido de misión, posters,
material divulgativo, un logo, etc.). Y reafirmaron lo planteado en Aparecida:
«En el proceso de formación de discípulos misioneros, destacamos 5 aspectos
fundamentales que se compenetran y alimentan entre sí: a) el encuentro con
Jesucristo... b) la conversión... c) el discipulado... d) la comunidad... e) la
misión... (ver Aparecida 278).
El propósito de Aparecida fue claro: la «firme decisión
misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes
pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de
cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar
decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación
misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la
transmisión de la fe». (Aparecida, 365).
La misión continental quiere ser permanente, pero el 9ª
COMLA que se celebra entre los próximos 26 de noviembre y l de diciembre en
Maracaibo (Venezuela) buscará recoger lo realizado y evaluarlo con los
criterios del Evangelio. El Papa nos confía que nuestra oración ponga ante Dios
el deseo de toda la Iglesia: que cada una y todas las diócesis de América
Latina tengan generosidad y valentía para fructificar, enviando misioneros a
otras Iglesias. Que así sea.
P. Juan Antonio Medina Ylla, sj
Secretario Nacional del Apostolado de la
Oración en Uruguay
(Fuente: padrejosemedina.blogspot)
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