Al Rey Herodes le agarró un miedo feroz de que el rey que
iba a nacer, o que acababa de nacer, según le contaban los magos, se
convirtiera en su opositor. Su contrincante. Alguien que lo desbancara del
puesto.
Era muy bestia este hombre, Don Herodes. Decidió liquidarlo.
Resulta que se enteraron también los vecinos y no faltó que
se enteraran también los animales. Imagínense cuando los animales se enteraron
que Herodes era tan bestia que quería matar a Dios, comenzaron a pasarse la
noticia.
Se dijeron todos: -¿Cómo hacemos para ayudarlo? Todos los
animales se pusieron de acuerdo en una cosa. Había una arañita de campo, medio
grande, tranquila. La arañita estaba como a dos días de camino a Belén,
desierto adentro.
Y la arañita se dijo: -¿Y yo que puedo hacer? Soy una pobre
arañita. Ni siquiera soy venenosa.
Si yo en cambio fuera un camello, lo cargo. Aunque el
camello es un bicho muy jorobado. Yo lo cargo sobre la espalda a Jesús y salgo
siete días por el desierto y lo salvo. Si yo fuera un buey, pongo las guampas
contra la pared y lo curto a patadas al que se arrime. ¿Pero yo, que puedo
hacer? Soy una pobre arañita. Ni siquiera soy venenosa.
Y además estoy a dos días de camino. Pero en un momento así,
sintió: -Bueno, Señor Dios, aquí estoy. Lo que soy, lo que tengo, lo pongo a tu
disposición. Si vos creés que yo puedo ayudar en algo, aquí me tenés. Y ahí se
quedó la arañita. Tranquila. Dijo: -Voy a estar a tu disposición.
Alerta. Alerta, pero calma. Como a dos días, la arañita miró
el atardecer y vio venir a una señora joven con un chiquito arropado en un
poncho y un señor medio raro, de más edad y con un bastón.
Y se dijo: -Son ellos. Y realmente eran ellos. Salieron del
camino y entraron para pasar la noche en la cueva donde estaba la arañita. Y
ahí si dijo ella. -Esa es la mía. Subió a la entrada de la cueva y se largó
para abajo. Ató el piolín y se subió por la mitad y se hamacó. Lo ató para allá
y lo volvió a atar para acá.
Y ahí sí, se dispuso a tejer una tela durante toda la noche.
Una tela tuíllida. Imagínense una tela así. ¿Para qué iba a servir? Al final
llegó la media noche y estaba tan cansada, tan consumida que de gorda quedó
chupada.
Se quedó dormida en el centro de la tela. Vino la noche, el
rocío y la cuajó a al tela de perlitas. Toda la tela de araña quedó como
cuajada cubriendo toda la entrada de la puerta. Cuando ya estaba queriendo
medio salir el sol, se sintió un galopar de caballos, un ruido de latones.
Era el batallón mandado por Herodes para buscar a Jesús. El
rastreador adelante dijo: -Acá dejaron la huella. Entraron por aquella cueva,
allá. Miren las huellas acá. Uno se tiró al suelo y sacó el sable como para
entrar a liquidarlo -No, no pudieron haber estado allí ¿No ven que la puerta
está toda cubierta por una tela de araña? Si hubieran entrado, hubieran roto la
tela. Así que, no perdamos tiempo.
Y no hubo más remedio. Donde manda Capitán... En ese momento
la Virgen y San José salieron y tuvieron que romper la tela. Dicen que la
Virgen antes de salir, tomó a la arañita, la beso y le hizo una crucecita en el
lomo.
Por eso cuentan las historias que esas arañitas grandes,
mansas, de tela grande, que tienen una crucecita dorada en su lomo, son
aquellas que la Virgen bendijo con su beso.
Y terminó el cuento. Parece un poco infantil. Pero fíjense
¿qué hizo la arañita? Simplemente hizo bien lo que sabía hacer y lo hizo en el
momento oportuno. Y eso es impagable.
Todos tenemos un aporte que hacer en la vida. Lo importante
es hacer bien lo que sabemos hacer y en el momento oportuno. Probálo.
(Mamerto Menapace,
Editorial Patria Grande)
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