"Lo que podría ser una ganancia, lo he considerado
una perdida con motivo de Cristo".
La conversión de san Pablo,
modelo de verdadera conversión evangélica.
El Año Paulino es una gracia grande para la Iglesia, pero representa también un peligro: el de quedarse en Pablo, en su personalidad, su doctrina, sin dar el paso sucesivo de él a Cristo. El Santo Padre ha puesto en guardia contra este riesgo en la misma homilía con la que ha abierto el año Paulino, y lo reafirmaba en la audiencia general del 2 de julio: "Y éste es el fin del año Paulino: aprender de san Pablo, aprender la fe, aprender a Cristo".
Ha sucedido muchas veces en el pasado, hasta dar lugar a la tesis absurda según la cual Pablo, no Cristo, sería el verdadero fundador del cristianismo. Jesucristo habría sido para Pablo lo que Sócrates para Platón: un pretexto, un nombre, bajo el cual poner el propio pensamiento.
El apóstol, como antes de él Juan el Bautista, señala hacia uno "más grande que él", del que no se considera digno siquiera de ser apóstol. Esa tesis es la tergiversación más completa y la ofensa más grave que se pueda hacer al apóstol Pablo. Si volviera a la vida, reaccionaría contra esta tesis con la misma vehemencia con la que reaccionó frente a un malentendido análogo de los corintios: "¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?" (1 Cor 1,13).
Otro obstáculo que debemos superar nosotros los creyentes... (Leer más haciendo click en el título)
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