viernes, 13 de febrero de 2009

EL FUNERAL DE BRUNO

Bruno murió de SIDA. Joven militante del Comité de los sin techo, todo el mundo le quería. La catedral estaba llena de gente de los sin: los sin trabajo, los sin techo, los sin papeles. ¡No es frecuente que esta gente de la calle tome la catedral y tome allí la palabra! Cada cual depositaba, emocionado, su vela junto al féretro.
Yo Recuerdo mi último encuentro con Bruno en el hospital. Las enfermeras me dejaron a solas con él. Sujeto su mano mientras se dispone a pasar a la otra orilla. Ahora, sus ojos ya se han cerrado a la luz de este mundo. Le hablo, o más bien le hablo a Dios de Bruno.
En la catedral, al proclamar el Evangelio del Sermón de la Montaña, tengo la sensación de que muchos lo oyen por primera vez y descubren la belleza y la profundidad de las bienaventuranzas. "Bienaventurados los hambrientos los sedientos de justicia porque serán saciados". ¿Cómo no recordar a Bruno que no soportaba la injusticia?
A pesar del frío y de la lluvia, todos fueron al cementerio. Cada cual tira una rosa a aquél que tanto luchó por el derecho de los demás.
Bruno no era nadie famoso, ni rico, ni poderoso. Era un chico cualquiera. Pero mucha gente le quería. Y además le quería por lo que era y por lo que hacía. Era joven, pero ya había experimentado tanto amor.
En su vida los demás tenían un papel importante. Y quizá ese es un dilema interesante para hoy: ¿los demás? ¿Yo? That is the question. ¿qué pintan los demás en mi vida?, ¿para quién soy importante?

(Fuente: Salesianos España)

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