miércoles, 2 de noviembre de 2011

RECORDAR A NUESTROS QUERIDOS DIFUNTOS

Cada 2 de noviembre los cristianos visitamos el cementerio para recordar a nuestros queridos difuntos. Solemos llevarles flores para alegrar la tumba o como signo de cariño, encendemos velas para orar y como abriendo la puerta que une el aquí con el más allá
La falta de conocimiento de las verdades de nuestra fe, hace que vivamos algunos acontecimientos fuera del sentido central. El mensaje que la Iglesia y el Señor nos dan para este día, es de “esperanza”, de “gozo”, de “anhelo de reunirnos con aquellos que se anticiparon a nosotros”.
No tiene sentido recordar a nuestros familiares y amigos que ya partieron a la Casa del Padre, con tristeza, desazón, amargura… en ocasiones como estas es reconfortante pensar que “celebramos su nueva vida” aquella que Jesús nos prometió: “… no se angustien ustedes. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar.
Y después de irme y prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar…” (Jn 14)


Un día como  hoy es bueno traer a la memoria otras palabras del Señor, palabras de vida, esperanza, consuelo, gloria: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”( Jn 11)
¿Has pensado alguna vez que desde el otro lado otras personas esperan tu llegada? Ansían el reencuentro, ellos ya han probado el gozo eterno y lo único que desean es que te sumes a esta alegría eterna.
Te comparto una breve reflexión:

"En un país muy lejano se escucharon lamentos, llantos y dolor profundo… la persona más querida del lugar había muerto.
La gente se daba golpes al pecho rechazando el fallecimiento de alguien tan especial. Todo estaba dispuesto para la despedida de tan buen personaje, todos se reunieron a orillas del mar, empujaron la barca y esta empezó a alejarse de la orilla. El llanterío fue más fuerte mientras se agitaban pañuelos al viento diciendo “Adiós”, “pero no te vayas” no nos dejes”, era una mezcla de voluntades y sentimientos.
El difunto se alejaba con una gran angustia pensando en su gente y el dolor que les dejaba al partir.
Nadie se movió de su lugar, todos permanecieron allí hasta que la barca se hizo un puntito en el horizonte y desapareció como por arte de magia…
Pasado un  tiempo la barca comenzó a aproximarse a la otra orilla, el difunto divisó a lo lejos un gran gentío agitando brazos, saltando de alegría, y una gran pancarta que decía “BIENVENIDO AL CIELO”,  fue grande su sorpresa al escuchar exclamaciones como “¡ya llega!”, “por fin, después de tanta espera”.Cuando la barca se clavó en la arena, encontró la mirada más tierna y llena de amor que jamás haya visto, la de Jesús, después… María Santísima y seguidamente todos los seres queridos que le habían precedido: padres, abuelos, tíos, primos, amigos, tanta gente que jamás hubiera pensado reencontrar.
Cuando hubo saludado a todos se quedó un momento mirando el horizonte del mar, deseando que pronto todos los que había dejado a la otra orilla supieran de su felicidad.
En ese momento Dios… tocó su corazón y se sumó al gozo eterno".

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