viernes, 1 de junio de 2012

Comentario de las lecturas de la Solemnidad de la Ssma Trinidad (Domingo 3 de junio 2012)



Dt 4,32-34.39-40: El Señor es el único Dios; no hay otro
Salmo Responsorial 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Rom 8,14-17: El espíritu de hijos adoptivos nos hace gritar: "¡Abba!"
Mt 28,16-20: Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

1. «Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
El Señor glorificado da a la Iglesia la orden de bautizar a todos los hombres que pueda bajo el signo de la Trinidad de Dios. El bautismo cristiano es designado a menudo también como la marca de un sello; el bautizado debe saber a quién pertenece y según qué vida y qué ejemplo ha de conducirse. La Trinidad
divina no es para nosotros simplemente un misterio impenetrable (como se la presenta a menudo), es más bien la forma en que Dios ha querido darse a conocer al mundo y especialmente a nosotros los cristianos: El es nuestro Padre que nos ha amado tanto que entregó a su Hijo por nosotros y además nos dio su Espíritu para que pudiéramos conocer a Dios como el amor ilimitado. ¿Quién -se pregunta Pablo- conoce la intimidad de Dios? Sólo su propio Espíritu. Pero es precisamente este Espíritu el que El ha puesto en nuestros corazones: «Así conocemos a fondo los dones que Dios nos ha hecho» (1 Co 2,12). Si se conoce la verdad cristiana, es absolutamente falso decir que el hombre es incapaz de conocer a Dios. Dios no sólo nos ha hecho conocer su existencia (de la que tiene un presentimiento todo hombre que ve que las cosas del mundo no se han hecho a sí mismas), sino que nos ha proporcionado también una idea de su esencia íntima. Esto es lo que la Iglesia debe anunciar a «todos los pueblos».

2. «Que somos hijos de Dios».
La segunda lectura nos dice que la Iglesia transmite a los creyentes y bautizados no solamente esa visión de la interioridad de Dios, por así decirlo, desde fuera, sino que nos permite penetrar en su vida íntima como amor. La lectura comienza con el Espíritu Santo que nos ha sido dado y que nos muestra, si lo aceptamos, que somos en Jesucristo «hijos de Dios» Padre: para esto hemos sido creados (Ef 1,4-12). Y como en Cristo «se esconden todos los tesoros del saber y del conocer» (Col 2,3), los cristianos nos convertimos en «coherederos» de todas esas riquezas, que no son tesoros terrenales sino los tesoros del amor eterno, que son los auténticos tesoros a los que el hombre aspira porque sabe que los bienes terrenales son efímeros y la polilla los echa pronto a perder. La esencia de Dios que el propio Dios nos revela como el amor infinito siempre nuevo y nunca aburrido es mucho más de lo que el anhelo humano más exigente puede desear para sí.

3. «¿Algún Dios intentó jamás... ?».
Ya en la Antigua Alianza, dice la primera lectura, Israel quedó deslumbrado por el gran amor que Dios le dispensó. Israel sabía que no hay nada en ninguna de las religiones del mundo que sea comparable a este amor. Se nos invita a experimentar esto nosotros mismos: «Pregunta, desde un extremo a otro del cielo», si hay algo comparable a este amor que Dios ha demostrado al hombre. Esto adquiere todo su sentido cuando Dios culmina su alianza pactada con Israel en la vida, muerte y resurrección de Cristo, desvelándonos así totalmente la gloria de su amor; cuando el velo que cubría todavía el Antiguo Testamento se quita y nosotros «con la cara descubierta reflejamos la gloria del Señor» y nos vamos «transformando» cada vez más profundamente en esa gloria del amor (cfr. 2 Co 3,18).

Para la revisión de vida
-¿Me dejo inundar por la vida de Dios?
-¿Estoy atento a la "vida comunitaria" para que mi comunidad se parezca a «la mejor Comunidad»?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

DEJANOS TU COMENTARIO

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...