Idea principal: Un día en la vida de Jesús de Nazaret
profeta, misionero y apóstol.
Síntesis del mensaje: Cristo delante de todas
las miserias materiales y espirituales del hombre se compadece, se acerca y
trata de solucionarlas, si así es la voluntad de su Padre. En vez de deprimirse
por tanto dolor y lágrima, Él se refugia en la oración, de dónde saca la fuerza
para salir al paso de todo sufrimiento humano (1ª lectura y evangelio) y darle
sentido con su predicación (2ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, de mañana rezaba. Hombre de
oración. Prioridad en su vida: Dios su Padre. ¿Qué hacía en la oración? ¿Por
qué y para qué rezaba? ¿A quién rezaba? ¿Cómo rezaba? Su intimidad con Dios, su
amante identificación con su Padre es la fuente de la compasión y compromiso
con los demás. Por ser una persona contemplativa también es una persona
compasiva y misionera. En la oración Jesús abría su corazón a su Padre, le
contaba los avances del Reino, le pedía fuerza y ternura para después
derramarla por doquier. Allí en la oración solazaba su corazón herido por las
ingratitudes de tantos hombres, cerrados a su Palabra y obstinados en el mal. A
veces su oración era delicia, otras amargura, también
desolación; pero siempre
terminaba en luz y fuerza para el cumplimiento de su misión redentora.
En segundo lugar, después descansaba y crecía
en sus lazos humanos y afectivos en la casa de Pedro, que también era la casa
de Jesús. Hombre muy humano. Antes de salir a la predicación, comía y
alimentaba sus afectos en casa de sus amigos íntimos. Con qué cariño y ternura
trataría a la suegra de Pedro, que en ese día estaba enferma con fiebre. Cómo
abriría su corazón a sus amigos, como lo hacía en la casa de Betania. Ahí
reponía sus fuerzas físicas y psicológicas, pues era hombre al fin. Qué lejos
está de Jesús ese comportamiento huraño, antisocial, avinagrado, escurridizo.
Jesús era rico en afectos humanos, pero al mismo tiempo se sentía libre en su
corazón y a su alrededor, y no atado a criaturas que tanto paz nos quitan, cuando
a ellas nos apegamos.
Finalmente, en la tarde, predicaba en la
sinagoga, curaba y expulsaba demonios, pues todos le buscaban. Hombre Dios,
apóstol y médico. Jesús aparece como la respuesta de Dios a los males de este
mundo, al dolor de estos corazones destrozados. Hoy cura a la suegra de Pedro y
a otros varios enfermos, y libera de sus espíritus malignos a los posesos.
¡Cuánto tiempo emplea Jesús, a lo largo del evangelio, atendiendo a las
personas que buscan, que sufren, que están desesperadas! Quiere una liberación
integral y total, que incluye la curación de males físicos, psíquicos y
espirituales. Es Maestro y Misionero, pero también Médico. Ahora bien, no
acepta ser monopolizado por un grupo de personas, un pueblo, un área. Su misión
es predicar el Reino más allá y en todas partes. “Sigamos a las villas
vecinas para que pueda proclamar la Buena Nueva allá también”.
Para reflexionar: ¿Cuál de estos rasgos de la
personalidad de Jesús me gustan más? ¿Mi vida se parece en algo a la de Jesús?
¿En qué? ¿Tengo compasión para acercarme al hermano que sufre y trato de
curarlo? ¿O paso de largo, insensible e indiferente?
Para rezar: Señor, que sepa dar prioridad en mi vida
a la oración, y de ahí, salga a remediar los males de mis hermanos. Que me haga
cercano, próximo a mi hermano con afecto sincero, la ayuda desinteresada, una
mano tendida, una cara acogedora, una palabra oportuna. Que me haga solidario
de todos y que sepa acompañarlos en su via-crucis, sea cual sea.
Autor: P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología
Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria
Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO