viernes, 6 de febrero de 2015

¿Qué sabemos del Carnaval?


Además de las características que toman las fiestas de Carnaval en diversas ciudades y países, y que son conocidas por las personas que allí habitan, suele ser poco lo que se conoce del origen y de la historia de una celebración que se cree que comenzó en fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el Dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o mucho más antiguamente, las que se realizaban en honor del buey Apis en Egipto.

Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de Carnaval se remontan a Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años, con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, y arribó a América de manos de los navegantes españoles y portugueses.


El aspecto cristiano
Veamos algo en los países que tienen tradición cristiana que celebran el carnaval precediendo a la cuaresma, un par de días o de semanas previas al miércoles de cenizas. En estos casos, a esos días se los designa con el nombre de carnestolendas.

Parece que el término carnaval proviene del latín medieval carnelevarium, que significaba "quitar la
carne" y que se refería a la prohibición religiosa de consumo de carne durante los cuarenta días de la cuaresma.

Hay países en que se comienza la celebración del carnaval en distintas fechas, como en algunos lugares de Alemania, en que se inicia el 11 del 11 a las 11 horas y 11 minutos. O los hay que lo comienzan apenas termina la Epifanía, el 6 de enero. En otros lugares, es tradicional comenzar el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, y lo denominan Jueves Graso, como sucede en Italia.

Tanto en el pasado como en el presente, de la idea original de aprovechar los últimos días previos al recogimiento y la penitencia cuaresmal para hacer fiesta y despedirse por un mes y medio de la música festiva, del baile y de la comida poco frugal, se pasó al desenfreno y a la exageración. Inclusive, da la impresión de que los que festejan y festejaban el carnaval con esa idea, caían en la incoherencia de dar rienda suelta a su pasión para, después, vivir piadosamente la preparación a la Pascua.

No es raro, entonces, entender la práctica del uso de las máscaras y de los disfraces para ocultar la identidad de los que participaban.

Esa incoherencia es producto de quienes entienden la religión como una práctica ritual y no prestan atención al verdadero espíritu de la fe. Es similar a los que se preguntan si "vale" la misa cuando llegan tres minutos tarde o esperan las doce y un minuto de la noche del Viernes santo para comer una empanada de carne. Son los que no entienden que la fe implica un estilo de vida que se traduce en lo cotidiano. Rezamos todos los días aunque lo hagamos más intensamente en Adviento y en Cuaresma. Debemos ser caritativos y justos a diario, frugales y austeros como conducta y no sólo los días de ayuno y abstinencia.


Los resabios de la Edad Media
En la Edad Media, tan inflexible en los ayunos, abstinencias y cuaresmas, y con persecuciones a quienes no respetaban las normas religiosas, renació el carnaval con mucha más fuerza. En esa época, se celebraba con juegos, banquetes, bailes y diversiones en general, con mucha comida y mucha bebida, con el objeto de enfrentar la abstinencia con el cuerpo bien fortalecido y preparado.

En la España de la época de la conquista y de la colonia ya era costumbre, durante el reinado de los Reyes Católicos, disfrazarse en determinados días con el fin de gastar bromas en lugares públicos. Más tarde, en 1523, Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Del mismo modo, Felipe II también llevó a cabo una prohibición sobre máscaras. Fue Felipe IV, quien restauró la costumbre de las máscaras.


Algo de actualidad...
Hay lugares célebres por sus festejos espectaculares que atraen al turista (el Carnaval de Río, el de Santa Cruz de Tenerife, el de Oruro en Bolivia, el de Corrientes y de Entre Ríos en Argentina y el de República Dominicana).

Se pueden presenciar desfiles de carrozas, comparsas de bailarines vestidos con un mismo estilo que las caracteriza, máscaras que representan personajes reales o alegóricos, murgas (especialmente en Uruguay y la Argentina), bailes de disfraces y diversión con cotillón. En los corzos es típico el uso de serpentinas, papel picado, espuma, y la costumbre de mojar con agua en pomos o bombuchas y globos.

Participar de las fiestas de carnaval, para responder a la inquietud de muchos, no es materia de un juicio moral. No es el carnaval lo que hace mejor o peor un festejo; es el comportamiento de cada uno y la intención con que se participa. No es más ni menos grave emborracharse por el carnaval o porque se acostumbra a embriagarse en cuanta oportunidad existe. No es más ni menos grave el desenfreno sexual en carnaval; es una falta de amor en cualquier época del año.


Ya es hora de empezar a vivir las cuestiones de la fe con la autenticidad de quien se deja mover por el Espíritu y lejos del cumplimiento de lo que indica una fecha. No se trata de abandonarse unos días para arrepentirse luego y vivir la Cuaresma intensamente. No creo en la intensidad de quien así lo hace. (Juan Carlos Pisano +)

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