domingo, 20 de mayo de 2018

PENTECOSTÉS: “ESPÍRITU SANTO FUERZA DIVINA QUE CAMBIA EL MUNDO"


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA FIESTA DE PENTECOSTÉS: 

EL ESPÍRITU CAMBIA LOS CORAZONES, CAMBIA LOS ACONTECIMIENTOS, ACTÚA COMO FUERTE RECONSTITUYENTE Y ORIENTA HACIA DIOS Y HACIA EL MUNDO.


El Espíritu Santo cambia los corazones
El Papa Francisco, centrando su reflexión en el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles, explica que los discípulos - que al principio estaban llenos de miedo, atrincherados con las puertas cerradas también después de la resurrección del Maestro - “son transformados por el Espíritu” y, como anuncia Jesús en el Evangelio de hoy, “dan testimonio de él”. “De vacilantes pasan a ser valientes” - afirmó el Papa – “porque el Espíritu cambió sus corazones”. Un pasaje que el Papa usó como ejemplo para explicar cómo el Espíritu Santo “entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y cambia los acontecimientos”.
Pero también es el “Espíritu” el que “libera los corazones cerrados por el miedo y vence las resistencias” continuó Francisco, de modo que - a quien se conforma con medias tintas – “le ofrece ímpetus de entrega”. También “ensancha los corazones estrechos”, “anima a servir a quien
se apoltrona en la comodidad”, “hace caminar al que se cree que ya ha llegado” y “hace soñar al que cae en tibieza”.
“La experiencia enseña que ningún esfuerzo terreno por cambiar las cosas satisface plenamente el corazón del hombre” afirmó, mientras que el cambio del Espíritu es diferente: “no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón; no nos libera de repente de los problemas, pero nos hace libres por dentro para afrontarlos; no nos da todo inmediatamente, sino que nos hace caminar con confianza, haciendo que no nos cansemos jamás de la vida”.

El Espíritu Santo: fuerte “reconstituyente”
El Espíritu además, “mantiene joven el corazón”, previniendo el único envejecimiento malsano: el interior. Y lo hace precisamente “renovando el corazón, transformándolo de pecador en perdonado”.
A veces necesitamos un cambio verdadero - dijo el Papa - sobre todo “cuando estamos hundidos, cuando estamos cansados por el peso de la vida, cuando nuestras debilidades nos oprimen, cuando avanzar es difícil y amar parece imposible”. Y es en ese momento cuando el Espíritu actúa como un “fuerte “reconstituyente”: “es él, la fuerza de Dios”, expresó el Santo Padre, que “llega también a las situaciones más inimaginables”.

El Espíritu Santo: alma de la Iglesia
Haciendo una comparación como cuando en una familia nace un niño, que trastorna los horarios, hace perder el sueño, pero lleva una alegría que renueva la vida y la impulsa hacia adelante, el Papa aseguró que es lo mismo que hace el Espíritu Santo en la Iglesia: Él, “la reanima de esperanza, la colma de alegría y le da brotes de vida”, afirmó el Papa.

 El Espíritu Santo: fuerza centrípeta y centrífuga
La fuerza del Espíritu Santo es única. Por una parte, es una fuerza centrípeta, es decir, “empuja hacia el centro, porque actúa en lo más profundo del corazón” indicó Francisco, de manera que “trae unidad en la fragmentariedad, paz en las aflicciones y fortaleza en las tentaciones”.
Pero al mismo tiempo – señaló - “él es fuerza centrífuga”, es decir, “empuja hacia el exterior”: El que lleva al centro es el mismo que manda a la periferia, hacia toda periferia humana; aquel que nos revela a Dios nos empuja hacia los hermanos.
Es sólo en el Espíritu Consolador cuando “decimos palabras de vida y alentamos realmente a los demás” - concluyó el Papa – pues, “quien vive según el Espíritu está en esta tensión espiritual: se encuentra orientado a la vez hacia Dios y hacia el mundo”.


Oración al Espíritu Santo – Edith Stein
Quien eres tú,   dulce luz que me llenas e iluminas la oscuridad de mi corazón? 
Me conduces igual que una mano materna y si me dejas libre, no sabría ni dar un paso.

Tú eres el espacio que envuelve todo mi ser y lo encierra en si, abandonado de ti cae en el abismo de la nada, donde tú lo elevas al Ser.
Tú, más cercano a mí que yo misma y más íntimo que mi intimidad, y aun inalcanzable e incomprensible, y que todo nombre hacer renacer: Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!




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