viernes, 22 de junio de 2018

Poesías de Chiquitunga



“Que tu amor sea el mío
y mi amor sea el tuyo;
y al final sólo sea
un amor de los dos”.         
Sobre el deseo del encuentro con JesúsCuando estoy a tu lado
No sé lo que siento cuando estoy a tu lado,
no sé lo que pasa cuando contigo estoy.
La vida paréceme todo amor, alegría,
todo un himno de gloria es cuando contigo estoy.
Mas cuando me aparto de tu vista
y mis pasos buscan de esta vida el rumbo,
siento caer mi espíritu en lomas profundas,
en lo más profundo del infierno mismo.
Siento en mí un vacío
que no sé explicarlo;
siento el alma llena
de locos fantasmas.
Y no sé, Jesús, si es que, en realidad,
o no tengo nada o es que tengo llena
el alma de penas o de hondas huellas
de diablos, que en mí dicen ser “Majestad”.
Villarrica, 6. 5. 1943.

La cita
Dejadme, que voy de prisa,
tengo cita con mi Amado,

que, si llego tarde a su lado,
ya en sus labios no brilla la risa.
Dejadme, que voy apurada
que estoy loca por llegar,
que no sea que el lugar
encuentre por otra ocupada.
Tengo que llegar a hora,
para sentarme a su mesa,
donde en vez de la cerveza
su sangre pura me ofrece;
y donde como manjar
ofrece a su ingrata amada
su cuerpo ya traspasado
de amor, de dolor y de paz.
Dejadme, que voy de prisa,
tengo cita con mi Amado;
dejadme, que voy apurada,
tengo prisa por llegar.
Villarrica, 25.5.1943


Junto al Sagrario
Allí en el silencio del Sagrario
quisiera desnudar mi pobre alma,
bañarme con dolores de Calvario,
sufrir como Jesús, amar como Él nos ama.
Dejarme arrastrar por la corriente
de pura y limpia brisa perfumada
de incienso, y elevarme sin demora
al fondo mismo que en Jesús se halla.
Ya junto a su estrado regio,
confundida entre el lodo y la miseria,
contarle todas las penurias mías,
pedir perdón por mi inhumana vida,
dejarle ante sus pies mis oraciones,
dejarle entre sus manos mis trabajos,
dejar que sólo Él dirija el paso.
De mis acciones y de toda mi persona;
contarle en confidencia muchas cosas;
hablar, hablar con Él como a un amigo,
decirle que lo quiero, que lo amo,
y en premio de mi amor, Él me perdone.

La Hostia elevada..., con nívea transparencia,
con resplandor divino irradia en el altar;
yo quiero que mi vida, trocadas las substancias,
cual Hostia consagrada, tras sí deje un camino
de intensa claridad.
Yo quiero en sacrificio, cual víctima inmolada,
mi vida se consuma en santa Caridad.
¡Señor!, por la Hostia pura, el Pan de Vida Eterna
y el Cáliz de la Sangre de nuestra Redención,
concede a los que unidos así te suplicamos.
Perdón de nuestras culpas y Eterna Salvación.
¡Señor mío y Dios mío!


“Ábreme, Jesús, la puerta…”
Ábreme, Jesús, la puerta;
golpeando estoy ha rato.
¿No me escuchas que no sales?,
¿o dormido estás acaso?
Ábreme, Jesús, que es tarde
y he salido así corriendo
de entre medio del barullo;
he querido estar con Vos.
Ábreme, abre, te ruego,
la puertita del Sagrario,
aun si duermes y descansas,
para yo velar tu sueño.
¡Así, mi amor! Y ahora,
aunque duermes y no me oyes,
ya no importa, que mirando
estoy tu rostro, y me basta.
Duerme, sí, Jesús del alma,
mientras yo velo tu sueño.
¡Cuán cansado está tu rostro
y tu cuerpo entumecido!
¡Y pensar, Amado mío,
que también en esas huellas
de cansancio y de fatiga
están mis faltas y abandono!
Mas por eso en esta hora,
que es la hora de mi guardia,
aunque sólo sea una hora,
reparar quiero mi falta,
y velar junto a tu lado
mientras duermes y descansas,
que aquí, junto con la Virgen,
¡nuestro amor te cuidará!

Todo te ofrezco, Señor
Sí, todo te ofrezco, Señor,
todo cuanto hay en mí:
las alegrías de mi alma,
las agonías sin fin.
Todo te ofrezco, Señor:
mis trabajos, mis pesares,
las notas de los cantares
que a (sic) continuo elevo a Tí.
Todo cuanto hay en mí,
todo te ofrezco, Señor,
para que sea de mí
lo que te plazca, mi Dios.
Toda entera y sin reserva,
haz que me llegue a subir,
para estar contigo siempre,
aunque me cueste “morir”
 

¡Qué bien se está contigo
Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo,
las rodillas al suelo y los brazos en cruz;
media noche y rodeada de misterio,
sólo el alumbrar de algunas estrellas la luz.
Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo,
reclinada la frente sobre tu pecho, ¡así!;
y mientras, van pasando los horas más sublimes,
como el perfume suave de aquel blanco jazmín.
Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo;
ya casi no se escucha latir el corazón,
y van callando, una a una las plegarias,
en los labios que estrujan besándote en la cruz.

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