El dogma de la Inmaculada
Concepción fue definido en 1854. La misa
para esta fiesta data de 1863. Esta celebración ha sido fijada nueve meses
antes de la festividad del nacimiento de María (8 de septiembre).
Se hace resaltar que la virgen,
desde su concepción, no tuvo pecado alguno. Necesitó la redención de Cristo,
pero aquel hecho portentoso ocurrió “en previsión de los méritos de Cristo”,
Salvador universal.
MARÍA NUEVA CRIATURA
La mano de Dios llevó lentamente a desentrañar los misterios
de María Santísima. María era el tesoro que todos los tiempos debían descubrir
y profundizar: pero Dios dispuso en su sabiduría: lentamente.
Es preferible no acercarse a
María sino con el paso que el mismo Dios dispuso para toda la comunidad de fe
que rememoraba la muerte y resurrección del Hijo del hombre: con el paso seguro
del amor, aunque el amor sea a veces más lento de lo que la carne impaciente
desea y estipula en su plan de dominio.
María es un signo puesto en el
camino de los hombres y d ela Iglesia; dice: “Hacia Cristo solo”.
María es la morada digna
preparada por Dios mismo. Pero carpa alguna, tienda ninguna era capaz de
contener la majestad sublime del Hijo de Dios. Esta morada fue trabajada por la
mano del Gran Constructor: como la mano levantó los mundos en las seis jornadas
del principio, así preparó a María –Nueva Creatura- un mundo nuevo con la novedad que sólo Dios
puede comunicarle para recibir al renuevo de Dios, a la Noticia de Dios.
Durante seis espirituales
jornadas trabajó Dios en María: primero la jornada de la pureza. María sería,
como está escrito en su carne y en su alma, “para Cristo solo”. Luego la
jornada de la obediencia: María era la que querría ser la esclava del Señor.
Tendría en su mano la llave de la libertad humana. Y sabría usarla. El tercer
día sería el del dolor. Con una espada atravesada en el corazón, la espada y el
corazón de un juicio sobre la humanidad entera, María es Madre de Dolores. Pero
la cuarta jornada correspondería al gozo, a la alegría inefable de los
redimidos. Dios no se complace en la muerte (ni en el dolor) del hombre. Quiere
su salvación: que se convierta y viva. Así María sería toda de Dios (humanidad
vuelta totalmente hacia el Creador) y toda vida (Madre viviente del Dios
viviente). En el día quinto Dios quería hacer pasar a María por la senda
estrecha de la desposesión. Sin dejarla de su mano, Dios quería que la Madre de
su Hijo conociera la disponibilidad, la accesibilidad, el sentido común de los
pobres, sus preferidos. No la desheredada ( lo que sería una injusticia), sino
la pobre de Dios: dependiente del Padre. Pero llegaba la sexta jornada. Como en
el último de los seis días en que Dios trabajó debía ser creado el hombre, la
creatura excelsa, la gloria de su Creador, en la sexta jornada de la
preparación de esta morada de Dios quería adornar a María con el Amor, la
criatura nueva de aquél sexto día del Espíritu, sería fiel.
Después vendría el descanso de
Dios. En aquel seno labrado por la sabiduría, la manzana salvadora del
árbol divino comenzaría su camino de
manjar ofrecido por la salud del mundo.
María ¡ven con nosotros! Que así,
a tu ejemplo, seamos dóciles a la obra de nuestra recreación en Cristo.
(Fuente: Orando con María, Héctor Muñoz op)
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