jueves, 13 de octubre de 2011

MARÍA EN LA ORACIÓN


El rezo del Rosario debe ser un medio de acercarnos al corazón de Dios para abrir el nuestro en confianza y abandono. De esto se trata la oración, de encontrarte cara a cara con Dios… sin máscaras, en fe desnuda, abiertos totalmente ante Aquél que nos conoce en profundidad, de tal manera que sabe de memoria nuestras entradas y salidas.
Hoy te proponemos reflexionar en María y su oración:


¿Quién no ha hablado alguna vez con Dios? ¿Quién no le ha pedido en el momento de angustia? ¿Quién no le ha dado gracias cuando goza de alegría? ¿Quién no ha orado, alguna vez, como niño o como adulto?

María es una oración. Habla con Dios. Dialoga con Él. Lo escucha. Lo ama.
Su cuerpo, su actitud, su disponibilidad y su respuesta, son una oración confiada al Padre. María es la humanidad que acoge la mejor Palabra que Dios ha pronunciado para el hombre: su Hijo Jesús. María dirige a Dios la palabra más hermosa que los hombres han podido concebir: su Hijo Jesús. Jesús es la Palabra del hombre pronunciada por María. Jesús es la Palabra de Dios pronunciada en María. María no sólo recibe con los oídos, sino en su propio vientre la Palabra que en ella se hace carne. Y por eso el fruto que ella entrega es Santo.



Felices los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica. Por eso María ora. Necesita oír a Dios y responderle. María ora cuando la visita el ángel. María ora mientras su vientre crece. María ora cuando sirve a Isabel, cuando el niño va creciendo, cuando está en una fiesta,  cuando permanece valientemente, de pie, junto a la cruz. María ora, medita y guarda esto en su corazón.

María vive en oración. Vive en diálogo con su Dios. Y vive en diálogo con su Hijo. María ora dialogando con Jesús sobre su vida familiar, o sobre el trabajo que realiza, o sobre el dolor de su pueblo, o sobre pequeñas confidencias de cada día. Toda palabra entre la Madre y el Hijo es oración.

María ora de muchas maneras. María contempla y admira a su Hijo amado. María bendice y agradece por ser la elegida de Dios. María intercede y pide por las necesidades del hombre. María canta, sufre, y salta de gozo en su Salvador. María ora en la soledad y en compañía. Ora con su pueblo en el templo o en la sinagoga. Y ora con la comunidad apostólica esperando al Espíritu. María ora con silencio y palabras. Ella misma es una oración constante. Porque junto con Dios María proclama en nuestro nombre nuestras fatigas y dolores. María ora por nosotros. En nuestra oración.

Oren sin cesar, nos dice San Pablo. Oren para no caer en tentación, pide Jesús. No seremos escuchados por la cantidad de palabras. Ni por ocupar primeros puestos o hacer bulla con nuestras limosnas. Es la actitud abierta a la Palabra que se encarna la que necesitamos. Necesitamos dejar al Espíritu que ore en nosotros, porque no siempre sabemos pedir lo que nos conviene.

Orar es mirar nuestra vida en la verdad más profunda. Y es creer que Dios nos habita y que con Él podemos hablar confiados. Es recibir la Palabra en las entrañas por la acción del Espíritu Santo. Es vivir cada momento, cada situación, la vida familiar, social, eclesial o política, en permanente diálogo con el Padre y percibiendo su Voluntad. Todos necesitamos orar. No para convencer a Dios sino para dejarnos convencer por Él. No para hacer nuestros caprichos ni dejarnos llevar por nuestras mañas. Necesitamos orar para ser fecundos, para tener valor, alegría, y especialmente para saber amar.

María es la Oración,
Virgen contemplativa y amorosa.
En el gozo de tu Dios intercede por nosotros.
Háblale de nuestra vida, de nuestro pueblo,
de nuestra esperanza.
Dile que somos débiles pero que a Él le suplicamos nuestra fuerza. Enséñanos a orar, y a escucharlo atentamente.
María, Virgen Santa, ruega por nosotros. Amén.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1. ¿Cuáles son mis momentos de oración?
2. ¿Qué oportunidades me ayudan más a mantenerme en oración?
3. ¿Cómo oro los acontecimientos personales y sociales?
4. ¿Cómo la oración de María nos enseña a los cristianos?
5. ¿Hago del rezo del Santo Rosario un encuentro con Dios?

(Fuente: “María”, Miguel O. Riquelme, 2ª ed., Ediciones Paulinas)


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