En el evangelio de este domingo, Juan nos relata el
encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un texto del
evangelio, obviamente simbólico, no un relato o “crónica” de un encuentro.
Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos interpretarlos: ¿qué
quiso Juan aludir, al especificarnos que “serían las cuatro de la tarde”?
Dos discípulos de Juan le escuchan expresarse sobre
Jesús como el “cordero de Dios”, y sin preguntas o vacilaciones, con la misma
ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera lectura,
«siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará
un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y
Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué buscas?”, “¿Maestro donde
vives?”, Vengan y lo verán”. Estos buscadores desean entrar en la vida del
Maestro, estar con él, formar parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege
guardando las distancias, sino que los acoge sin trabas y los invita nada menos
que a venir a su morada.
Este gesto simbólico se ha comentado siempre como
una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras, sino
hechos, no teorías, sino vivencias, no hablar de la buena noticia, sino mostrar
cómo la vive uno mismo. O sea: la evangelización puede incluir una lección
teórica, pero sobre todo tiene que ser un testimonio; el evangelizador no es un
profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio
personal. El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma,
convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.
Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse
sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas
incluidas las teologías-, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón y el de los
demás sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el
testimonio personal.
En la vida real el tema de la vocación no es tan
fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de las personas no
pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden elegir su vida, sino
que han de aceptar lo que la vida les presenta, y no pocas tienen que
esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios es, ahí, el llamado
de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y por conseguirla del
modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles
circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado de Dios, con toda
su dignidad.
Para la revisión de vida
-¿Me
he planteado que, de una manera u otra, mi vida tiene por delante un llamado,
una vocación, un destino, una tarea, una misión?
-
¿Acepto las condiciones concretas que la vida me ha impuesto, mis
características personales, mis limitaciones familiares, sociales... como una
voz clara que expresa mi «llamado»?
(Fuente: lecturadeldia.com)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO