Am
7,12-15: Ve y profetiza a mi pueblo
Salmo
responsorial 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y
danos tu salvación
Ef
1,3-14: Nos eligió en la persona de Cristo, antes de
Crear el mundo
Mc 6,
7-13: Los fue
enviando de dos en dos
Iniciamos hoy la lectura de la carta a los
Efesios. Escucharemos los fragmentos más significativos durante siete domingos
(esto es, hasta finales de agosto). Hoy se trata de uno que, ciertamente,
debemos destacar. El himno de alabanza a Dios por la obra realizada en Jesucristo.
Con él se abre prácticamente la carta, después de las palabras de saludo del
apóstol. Se trata de un texto que, no es necesario recordarlo, tiene tal
importancia que no ha de pasar desapercibido en la predicación. Se trata de un
texto destacado en la celebración del Año jubilar. Juan Pablo II lo cita en el
primer párrafo de la Bula del Jubileo, diciendo que hemos de sentir "el
deber" de hacernos nuestro este canto de alabanza ante la contemplación
del misterio de la encarnación y redención de Cristo a los que el Jubileo nos
invita. Y después de citar explícitamente dos fragmentos del himno, acaba
diciendo: "De estas palabras se deduce evidentemente que la historia de la
salvación tiene en Cristo su punto culminante y su significado supremo. En él
todos hemos recibido "gracia sobre gracia" (Jn 1,16), alcanzando la
reconciliación con el Padre (cf. Rm 5,10; 2Co 5,18).
La llamada a evangelizar.
La llamada de Dios a Amós, la llamada de Jesús
a los Doce, y el propio ejemplo de Pablo que habla en la segunda lectura, no
son casos excepcionales, propios de un sector de los cristianos (curas y
obispos, por ejemplo). Curas y obispos realizan su tarea evangelizadora de un
modo más institucional, más "profesional", por así decirlo. Pero la
llamada es para todos. En este sentido, el ejemplo de Amós en la primera
lectura, es significativo: él no es un profesional de la profecía, vinculado a
tal o cual santuario, sino que es un individuo normal, un pastor y campesino
que se siente llamado a dar a conocer a su pueblo la llamada de Dios. Y como
él, todo cristiano ha sido llamado a esto: a coger el bastón y las sandalias, a
ir por el mundo sacando demonios e invitando a cambiar el corazón. Y en cada
época y en cada situación deberá verse qué es lo que esto significa.
En nuestra situación, en una sociedad que ya
no es cristiana (que es "país de misión"), significa ante todo que la
Iglesia no puede sentirse satisfecha teniendo mucha gente enrolada en consejos
parroquiales, organizaciones, catequesis... como si el ideal fuera esto: que
los cristianos se pasaran muchas horas en el interior de la iglesia, de manera
que la iglesia se convierta en una especie de club que encierre y tranquilice a
la gente. Las organizaciones de iglesia serán válidas si sirven para esto: para
que los cristianos sean en el mundo verdaderos testigos de la fe.
Y significa, en segundo lugar, que la Iglesia
como tal debe presentarse ante el mundo como un verdadero testigo transparente
del amor de Dios. Con frecuencia la Iglesia aparece ante la gente normal más
preocupada por tutelar las propias instituciones (por ejemplo, en determinadas
defensas que se hacen de las escuelas católicas) o por sostener extrañas y
quizás poco justificables normas morales (por ejemplo, con respecto a los
anticonceptivos), que por hacerse solidaria de los anhelos y preocupaciones de
los hombres para llevarles la Buena Nueva que JC le encargó comunicar.
SEGUNDO ASPECTO: QUÉ SIGNIFICA EVANGELIZAR
Evangelizar significa dar a conocer que Dios
"nos ha destinado en la Pascua de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser
sus hijos" y que ha querido "recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra", como dice la segunda lectura. Es anunciar que
hay que ponerse en camino, en el camino de JC, que significa creer en él y querer
actuar como él.
Y para realizar esto, debe sentirse, de
entrada, estos anhelos más profundos y caminar con la otra gente que también se
esfuerza por realizarlos: anhelos de una vida más digna, de una mejor
comunicación entre las personas, de una riqueza mejor repartida, de una
convivencia más agradable... Si uno lucha por todo esto (como los apóstoles,
que sacaban demonios y curaban enfermedades) empieza ya a realizar esta
"recapitulación en Cristo de todas las cosas" y puede convertirse en
testigo creíble de la vida plena de hijos de Dios que esperamos.
Y aún podríamos añadir una última cosa: para
realizar esto hay un medio muy importante que es el de estar en comunión con
los demás cristianos y ayudarse a vivir mejor este testimonio. Es muy importante
poder tener alguna clase de grupo (puede haberlos de muchas clases) en donde
profundizar la propia fe, compartirla, y ver qué testimonio de ella damos en el
mundo.
TERCER ASPECTO: EL ESTILO DEL EVANGELIZADOR
La "no profesionalidad" de Amós, y
sobre todo la misión de los Doce que deben partir sin llevar "ni pan, ni
alforja, ni dinero suelto en la faja, ni una túnica de repuesto" muestra
un aspecto importante de la tarea evangelizadora: se es testigo de la propia
fe, no para sacar de ello alguna ventaja, sino porque uno se siente vitalmente
empujado a ello. Y este estilo libre e independiente es decisivo para la
limpieza del mensaje (como unos acogedores de novios, que alguna vez éstos les
habían preguntado cuánto cobraban por su servicio, y habían quedado asombrados
al saber que no cobraban nada. y esto había sido más importante que mil
discursos).
Y esto se aplica también a las instituciones
eclesiales y a la propia Iglesia: la misión profética y evangelizadora de los
cristianos y de la iglesia será limpia si aparece liberada de toda clase de
poder de este mundo.
Para la
revisión de vida
Jesús siempre llamó a la conversión, no
entendiendo ésta cómo una cuestión meramente moral, sino como la transformación
de nuestra manera de entender y vivir la vida; convertirse no es tanto cambiar
algunas cosas que hacemos cuanto dejar de vivir la vida sin esperanza, sin
confianza en la realidad de la presencia del Reino ya entre nosotros. ¿Cómo
entiendo yo la conversión a la que me llama Jesús? ¿De qué tengo que convertirme?
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