jueves, 18 de octubre de 2012

Recuerdo constante de Dios


La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como “recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”: “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que respirar” (San Gregorio Nacianceno). Pero no se puede orar “en todo tiempo” si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en la intensidad y en la duración.

El Señor conduce a cada persona por los camino que Él dispone y de la manera que Él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y la expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en Presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.
(Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica n| 2697. 2699)

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