Jer 33,14-16:
Suscitaré a David un vástago legítimo
Salmo 24: A ti,
Señor, levanto mi alma
1 Tes 3,12–4,2: Que
el Señor les fortalezca internamente, para cuando vuelva Jesús
Lc 21,25-28.34-36:
Se acerca su liberación
Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el
tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina
reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del
fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura
con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la
espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.
La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo
inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El
pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías
dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha
abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de
nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. En
esos días el Señor hará brotar un rey justo, no como los reyes que los llevaron
al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey
justo a restaurar al pueblo de Israel.
El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos
en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel
al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra.
Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que
esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús
el señor.
El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos
introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey
esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el
esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el
campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue
muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su
gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad
a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio
de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a
esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita
a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie
(fieles) ante el Hijo del Hombre.
El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la
liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a
Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo
que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la
cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a
pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo
natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se
manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La
verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos
mejor (1Cor 13,12b).
En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no
causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras
angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas,
por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y
trabajo, por la frustración... de tantas estructuras injustas, que solo podrán
ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del
ser humano.
El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la
inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las
mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en
una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene
nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el
paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos
lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las
situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación
total que pasa por la cruz.
Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el
corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para
hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos
en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este
Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las
promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La
esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos
adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus
huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra
entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.
El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús
cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No
esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es
ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la
justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán.
Para la revisión de
vida
Dos esperas han marcado la historia de nuestra fe desde
nuestro padre Abraham hasta nuestros días. La primera espera, la espera del AT,
es la espera del Mesías, del rey que restauraría el esplendor del pueblo de
Israel, una vez destruido por Asiria y Babilonia. Para que este Mesías
apareciera era necesario una vida transparente, el cumplimiento de la alianza
del pueblo con Yahvé, fidelidad a Dios, en último término. Esa espera llegó a
su cumplimiento en Jesús de Nazaret.
La segunda espera, la espera del NT, es la espera de la
parusía, del retorno del señor en gloria para reinar sobre su pueblo, cuando el
sea todo en todos y en todo. Esta Parusía esta asociada a la idea del juicio
universal de las naciones: El Señor vendrá a juzgar. Esa escatología inminente
fue lo que en la Iglesia primitiva dio pie para enfatizar en la preparación
moral para ese momento.
Nosotros hoy continuamos expectantes esperanzados esperando
la Parusía. Seguimos de camino. Preguntémoslos:
En las situaciones de muerte que vive el mundo (guerras,
epidemias, hambre, injusticia, crisis económica que descarga su crueldad sobre
quienes no provocaron la crisis) ¿nos preguntamos por el sentido de la vida y
de nuestra existencia?
¿Qué interpretación hacemos de estas tragedias como signos
apocalípticos o como situaciones de injusticia que merecen ser rechazadas?
En mi vida personal, en medio de la situación de crisis del
mundo actual, ¿cuál es el ideal que me anima a continuar luchando hacia el
futuro?
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