A
veces se oye decir: “Creeré en Dios cuando lo vea”. Pero resulta que a Dios le
gusta hacerse de rogar…, o, mejor dicho, lo encontraré en la medida en que lo
desee.
Un
día, un joven fue a ver a un anciano ermitaño, un monje que vivía solo y que
pasaba la mayor parte en oración. Y le dijo: “Padre, quiero encontrar a Dios”.
El ermitaño miró al joven sin decir nada y le sonrío.
El
joven volvía todos los días y repetía la misma pregunta: “Hábleme de Dios” . El
ermitaño seguía
siempre con los ojos cerrados, sumido en su meditación.
Al
cabo de un mes, el joven, ya harto, levanta al ermitaño y le grita : “¿Cuándo
vas a contestarme?” Entonces el ermitaño le pide que le acompañe al lago a
nadar. El joven se mete en el agua. El ermitaño lo sigue y tomándolo por los
hombros, lo mantiene a la fuerza bajo el agua. Cuando el joven hubo forcejeado
un buen rato, el ermitaño lo soltó y le preguntó:
-
¿de que tenías más ganas cuando estabas debajo
del agua?
-
De respirar, contestó el muchacho.
-
Pues bien, cuando desees conocer a Dios con esa
misma intensidad, te hablaré.
(Fuente: “Revista Orar”)
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