sábado, 7 de diciembre de 2013

¿Cuál es el sentido del AYUNO y de la ORACIÓN?


En todas las grandes experiencias religiosas el ayuno ocupa un puesto importante. El antiguo Testamento considera el ayuno cómo uno de los más importantes aspectos de la espiritualidad de Israel: "Buena es la oración con ayuno y mejor es la limosna con la justicia", (Tb 12, 8). El ayuno implica una actitud de fe, de humildad, de total dependencia de Dios. Se recurre al ayuno para prepararse para el encuentro con Dios, (cf Es 34, 28; 1Re 19, 8; Dan 9, 3); antes de afrontar una tarea difícil (cf Jc 20, 26; Est 4,16) o suplicar el
perdón de un culpa (cf 1Re 21, 27); para manifestar el dolor causado por un desdicha doméstica o nacional (cf 1Sam 7, 6; 2Sam 1, 12; Ba 1, 5); pero el ayuno, inseparable de la oración y de la justicia, está orientado sobre todo a la conversión del corazón, sin la cual, como denunciaban ya los profetas (cf Is 58,2-1l; Ger 14, 12; Zc7,5-14), no tiene sentido.

Jesús, impulsado por el Espíritu, antes de iniciar su vida pública, ayunó cuarenta días como expresión de abandono confiado al designio salvífico del Padre (cf Mt 4,1-4); dio indicaciones precisas para que entre sus discípulos la práctica del ayuno no se prestara a formas desviadas de ostentación e hipocresía (cf Mt 6, 16-18).

Fieles a la tradición bíblica, los Santos Padres han dado gran importancia al ayuno. Según ellos, la práctica del ayuno facilita la apertura del hombre a otro alimento: el de la Palabra de Dios (cf Mt 4,4) y el del cumplimiento de la voluntad del Padre (cf Jn 4, 34); está en estrecha conexión con la oración, fortalece la virtud, suscita la misericordia, implora el socorro divino y conduce a la conversión del corazón.


(Beato Juan Pablo II)

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