Tú, (oh Dios) con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo nuestro Señor. (Cuarto prefacio de Cuaresma)
Históricamente,
el jueves santo era el día de la reconciliación de los penitentes y de la Misa
Crismal desde el siglo V.
Según el Sacramentario Gelasiano, se designa, en
Roma, desde el siglo VII, el miércoles de ceniza como comienzo del ayuno
cuaresmal. Concluía los cuarenta días penitenciales en el miércoles santo, para
poder reconciliarse y celebrar la cena del Señor en el jueves santo.
La ceniza se
empezó a imponer a todos los fieles en el siglo IX, cuando hubo decaído la
práctica de la
penitencia pública. La ceniza es signo de conversión y recuerdo
de la muerte (Gn 3,19). Su recepción es expresión de la voluntad de conversión
ante la llamada de Dios.
Las lecturas de
la eucaristía del día invitan a la autenticidad de las obras penitenciales de
la cuaresma: Jl 2, 12-18; 2 Cor 5, 20-6, 2 y Mt 6, 1-6. 16-18.
(Mateo Bautista)
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